Page 41 - Abrázame Fuerte
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pedirle perdón —responde ella, sin dejar de mirar a su nuevo vecino.
        —Oye —le espeta Estela, dándole una colleja—, ¡que yo lo he visto antes!,
      ¿eh, guapa? ¡Prohibido ligárselo!
        —¿Cómo? —contesta Silvia—. Te recuerdo que estás e-na-mo-ra-dí-si-ma de
      tu querido, perfecto y estupendo Leo, ¿o no?
        —Sí, pero tenemos una relación abierta —aclara Estela, riendo.
        Silvia suspira.
        —En todo caso —reflexiona Ana—, no sabemos nada de él. A lo mejor ya
      tiene novia. Un chico tan sensible y que toca la guitarra…
        —¡Se llama Marcos Soler Fernández! —grita entonces Bea, medio ahogada
      de  subir  la  escalera  corriendo,  al  tiempo  que  abre  la  puerta  y  entra  en  la
      habitación.
        —¡Aaaaaah! —gritan todas también, y se abalanzan sobre el ordenador de
      Silvia.
        —Tranquilas,  chicas,  dejadme…  —dice  ésta—.  Primero,  Facebook.  Es  lo
      más fácil.
        —Va, ¡conéctate! —la apremia Estela, impaciente.
        —Voy, voy.
        Silvia  pone  la  contraseña  sin  que  las  chicas  lo  vean.  Es  muy  celosa  de  su
      intimidad. Es de ese tipo de personas que jamás cotillearía el móvil de alguien, ni
      abriría una carta que no se dirigiese a ella. Por esa razón no cree correcto que las
      chicas,  aunque  sean  sus  mejores  amigas,  conozcan  su  contraseña.  Ellas  lo
      entienden.
        —Vale, ya podéis mirar —las avisa cuando aparece la pantalla de Internet en
      el ordenador.
        Estela es la primera que coge el ratón y entra en Facebook.
        —Marcos  Soler  Fernández…  No  puede  haber  tantos…  —dice  Estela,
      impaciente, mientras se carga la página.
        Una solicitud de amistad pendiente aparece en el icono correspondiente. De
      manera  instintiva,  Estela,  como  hace  siempre  cuando  abre  su  sesión,  dirige  el
      cursor para  ver  quién  quiere  ser su  amigo  o  amiga, salvo  que  en  este  caso  la
      sesión es de Silvia.
        Estela  le  da  al  botón,  y  todas  las  Princess  pueden  leer:  « Sergio  Sánchez
      quiere ser su amigo» .
        « ¡Dios  mío!  ¡Me  quiero  morir!» ,  piensa  Silvia.  A  Bea  le  da  un  vuelco  el
      corazón y dice exactamente lo que piensa, muy enojada:
        —¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Sabía que entre Sergio y tú había algo! ¡Sabía que no
      era normal que te llevara a casa en moto! ¡Me has mentido, Silvia! ¿Cómo has
      podido hacerme esto?
        —¡Que  no  he  hecho  nada,  Bea!  ¡Cálmate!,  ¿quieres?  Sólo  me  pidió  el
      teléfono para…
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