Page 79 - Abrázame Fuerte
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David aparece en el recibidor. No sabe muy bien lo que está pasando, y la
voz de Ana lo asusta un poco.
—Hola, Ana… Silvia me ha contado lo que ha pasado, y yo… —David
intenta expresarse aunque no sabe muy bien qué decir. No sabe qué escribió Ana
en el SMS que se borró y, por tanto, no sabe qué actitud adoptar, aunque se siente
culpable por no haberle dicho nada a la chica.
Antes de que el muchacho pueda proseguir, se oye una puerta abrirse en el
pasillo. Los tres se quedan en silencio. Nerea aparece descalza en el recibidor
con una sonrisa de ganadora.
—Hola, niñas… —saluda yendo directamente hacia su amigo y cogiéndolo
del brazo—. ¿Va todo bien?
Silvia calla. David también. Ana siente la rabia en el vientre.
—No podría ir mejor —responde irónicamente.
Nerea le sonríe.
—Me alegro —contesta, y le da un sonoro beso en la mejilla a David, que lo
recibe como una estatua de piedra.
Ana no aguanta más y, sin decir una palabra, abre la puerta y se marcha. Su
llanto es ya incontenible. Los tres, que siguen en el piso, oyen cómo baja la
escalera, y los sollozos de la chica, que resuenan por el eco de las paredes frías
de la finca.
Silvia tarda algo en reaccionar, pero cuando mira a Nerea sabe lo que hay
que hacer: aunque lleve el pijama puesto, corre en busca de su amiga. ¿Qué más
le da lo que piensen los vecinos?
—¿Seguimos estudiando? —le dice Nerea a David cuando se quedan solos. Él
no responde—. No te preocupes: son niñatas; ya se les pasará…
Una vez dicho esto, y sin esperar a que el chico la siga, Nerea vuelve al
cuarto, orgullosa de haberle dado su merecido a esa chiquilla estúpida.
David permanece inmóvil, callado y extrañado. Ana parecía muy dolida.
¡Había ido a verlo a él!
David, que se quiere dar algo de tiempo y asimilar lo que ha pasado, se dirige
a la cocina a prepararse un café.
Se lo toma con calma. Da sorbos cortos, más lentos que de costumbre. Piensa
en lo que le ha dicho Silvia sobre los SMS. Pero él sólo recibió uno. Si Ana le
hubiese enviado otro, habría respondido; siempre lo hace. No es ningún
maleducado. Y menos, con Ana.
Para salir de dudas, entra en la habitación y revisa el móvil. ¿Quizá los ha
mandado esta misma noche, mientras estudiaba con Nerea? La chica, que ha
vuelto a echarse en la cama, lo mira.
—¿Hay más café? —le pregunta despreocupada. Tiene miedo, quiere que el
chico deje de manosear el teléfono.
—¿Cómo?