Page 82 - Abrázame Fuerte
P. 82

sin amigos, sin su padre… Su habitación sigue aún desordenada y llena de cajas
      de la mudanza, pendientes de abrir. Siente que su única compañía es la guitarra, y
      Atreyu, que yace en un pequeño cojín en un rincón de la habitación.
        Poco a poco, el ritmo de la lluvia le cala hasta los huesos. Coge la guitarra (o,
      como él la llama, « mi pequeña» ) y empieza un arpegio lento y melancólico.
      Cierra los ojos, y su imaginación lo transporta a otro lugar.
        Está  en  un  diminuto  escenario  de  un  bar  musical  repleto  de  gente.  Él  está
      detrás de su guitarra, que tiene colgada del cuello. Una luz cenital lo enfoca sólo a
      él que, sentado en un taburete, se enfrenta al público. Éste enmudece. Entre la
      multitud se encuentran Silvia y Estela, que lo miran expectantes.
        Levanta la mano y dibuja los primeros acordes con su púa, que él mismo
      apoda la Púa del Destino. Empieza a cantar una melodía triste y romántica que
      va in crescendo a medida que él toca la guitarra con más vehemencia. Silvia lo
      mira  fascinada.  No  es  la  única:  a  su  lado,  su  amiga  Estela  también  escucha
      admirada.
        La gente le aplaude emocionada cuando acaba la canción; sobre todo, Silvia.
      Marcos sale del escenario con la vista fija en el suelo. Es un artista maldito de
      chupa de cuero y guitarra colgada al hombro. Se va del bar. La calle es fría, es
      de noche y las farolas blancas proyectan su doble sombra en el asfalto. Marcos
      oye a alguien que corre a sus espaldas y grita su nombre.
        —¡Marcos, espera!
        Marcos  se  vuelve,  y  Silvia  se  detiene  a  pocos  metros  del  chico.  Él  calla.
      Espera. Es un gran artista. En los ojos de Silvia se puede observar el brillo de la
      admiración.
        Silvia avanza poco a poco hacia él, sin mirarlo a los ojos, con la vista fija en
      su chupa de cuero.
        —Yo…, yo…
        Silvia roza la nariz del chico con la suya, lo mira a los ojos y lo besa con
      dulzura. En ese instante empieza a llover, pero ellos dos siguen besándose, ajenos
      a todo lo que pasa a su alrededor.
        Marcos sale de su ensoñación. En su regazo tiene la guitarra conectada a un
      pequeño bafle. Se sonríe a sí mismo. « Qué cosas…» , piensa mientras coge la
      Púa del Destino y rasguea los primeros acordes.
        « Esta canción se la dedicaré a Silvia, la vecina, aquella a quien no conozco, a
      la niña del pijama. Me gusta…» . Apunta en su libreta a modo de borrador.
        —« La niña del pijama» . Parece un buen título, sí —se dice a sí mismo, y
      marca el primer acorde.
        Marcos  escribe  rápidamente  el  primer  verso.  Sabe  que  no  es  muy  bueno,
      pero,  cuando  lo  canta  con  acompañamiento  de  guitarra,  imagina  que  ella  lo
      escucha  y  se  da  cuenta  de  que  es  la  protagonista  de  la  canción.  A  Marcos  le
      fascina la idea, y sube el volumen del bafle y la voz a medida que toca, cada vez
   77   78   79   80   81   82   83   84   85   86   87