Page 86 - Abrázame Fuerte
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En el mismo instante, dentro del Piccolino
      Estela invita a Ana a un refresco con lo último que le queda de la paga. Están
      sentadas la una junto a la otra, en la mesa del fondo, en dirección a la entrada.
      Hace rato que se distraen viendo a los chicos y poniéndoles nota. Una nota por su
      forma de vestir, otra por su aspecto físico y otra imaginando cómo debe de besar.
      Del cero al diez, sin piedad. Cada vez que emiten un veredicto se ríen sin control.
      Ana se tapa la cara con las manos. ¡Si la gente supiese en qué están pensando…!
        La  chica  se  lo  está  pasando  bien.  Siempre  que  sale  con  Estela  siente  una
      conexión especial que le permite salir un poco de sí misma, de su caparazón.
        Al entrar, Marcos no escapa a su juego. Ana y Estela, que lo han reconocido
      en seguida como el vecino de Silvia, lo puntúan. La primera en dictar sentencia
      es Estela: un cinco por su manera de vestir, un ocho en físico y, de beso, un…
      ¡nueve!
        Ana es la siguiente.
        —Siete, nueve y… ¡diez! —exclama.
        —Entonces… —murmura Estela—. ¿Por qué no te acercas y le dices algo?
        —¡Loca! —se sonroja Ana.
        —¿Por  qué  no?  La  puntuación  habla  por  sí  sola.  ¡En  marcha,  princesa!
      ¡Demuéstrale al mundo que estás a la altura de las circunstancias!
        Ana  se  encoge  todo  lo  que  puede.  ¡Estela  es  capaz  de  obligarla!  Pero  su
      amiga sonríe. Ya sabía de antemano que Ana no sería capaz.
        —Tú mira y observa —dice Estela, mientras se levanta y se dirige con paso
      felino hacia la barra.
        Marcos anda distraído leyendo todos los nombres de las botellas que hay en
      las  estanterías.  Definitivamente,  la  cerveza  no  le  gusta.  Mira  el  cuello  de  la
      botella y da un pequeño trago. ¡Puaj! Su aventura personal no le está gustando
      nada. Podría retirarse. Pero su orgullo no se lo permite. ¡Alguien se le acerca!
        Desde  la  mesa,  Ana  observa  cómo  su  amiga  se  acerca  al  muchacho  y  lo
      saluda. Parece que Marcos reconoce a Estela. Le sonríe. Hablan durante un rato.
      Ana aprovecha para mirar el móvil. No hay mensajes de David. Cuando levanta
      la vista, Estela ya regresa de su particular caza.
        —¿Ya está? —pregunta Ana, sorprendida.
        —Sí, mi flor de loto —contesta orgullosa su amiga.
        —Cuenta, cuenta… ¿Qué?… ¡Qué! —insiste Ana curiosa.
        —Cine —responde Estela, obviando los detalles.
        —¿Has quedado para ir al cine con él?
        —Sí, mañana domingo… —Estela le guiña un ojo.
        Ana se deshace en elogios
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