Page 90 - Abrázame Fuerte
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Silvia se pone guapa para salir. Una falda negra con unas medias de color gris a
      juego con unas botas de piel y cuello alto, también negras, un cinturón de cuero
      marrón de esos anchos y un jersey azul ajustadito. En el lavabo se maquilla con
      un poco de colorete en las mejillas y pintalabios rosa, mientras escucha algo de
      música pop en la radio.
        De  pronto  oye  unos  golpes  ensordecedores  que  interrumpen  su  puesta  a
      punto.
        —¿Ya estás o qué? —Es David, y parece enfadado—. ¡El lavabo no es tuyo!
        Silvia se lleva un susto de muerte y, sin querer, tira un frasco de colonia al
      suelo. Por suerte no se rompe, pero el susto no se lo ha quitado nadie.
        —¡Tranquilo!, ¿vale? ¡Ya salgo! —responde enfadada.
        —¡Pues a ver si es verdad! ¡Voy a llegar tarde por tu culpa! —exclama su
      hermano dando otro golpe en la puerta.
        Aunque parezca mentira, ésta es la primera conversación que tienen en toda
      la semana.
        —¡¿Qué pasa?! —grita su madre, que se acerca con paso firme.
        Silvia  está  de  los  nervios.  David  no  actúa  nunca  de  esa  manera,  salvo  en
      situaciones muy especiales. ¿Qué le pasa?
        —Nada, mamá, sólo que Silvia lleva más de hora y media en el lavabo… —
      responde David en tono acusador.
        —¡Que ya salgo! —grita la chica desde dentro mientras recoge sus cosas.
        —No discutáis, por favor te lo pido, David —pide su madre.
        —¡Es que tiene tela, la niña! —responde éste.
        Silvia escucha la conversación y decide no abrir la puerta hasta que termine.
      No  quiere  tener  una  charla  de  familia  antes  de  salir  de  fiesta.  Su  madre  es
      especialista en tener charlas de esas que no se acaban nunca, y una termina de
      los nervios.
        Cuando  cree  que  el  pasillo  está  despejado,  sale  lentamente  del  lavabo  sin
      hacer apenas ruido. Espera no encontrarse con su hermano. Pero… ¡No! ¡David
      está esperando apoyado en la pared del pasillo con los brazos cruzados! No tiene
      cara de buenos amigos. Cuando ella sale, el muchacho la empuja y entra en el
      lavabo.  Silvia  se  da  un  golpe  contra  la  pared  del  pasillo  y,  aunque  no  se  hace
      daño, se enoja un montón.
        —¡Pero qué haces, chalado! —le grita, esperando que su madre la oiga. Está
      harta y, además, le viene a la memoria cómo ha tratado su hermano a Ana. No
      es que Silvia sea rencorosa, pero la mala educación la saca de quicio.
        La señora Ribero no tarda en llegar y poner orden. Silvia cree que su madre
      se pondrá de su parte, pero resulta todo lo contrario.
        —Muy bien… Los dos castigados —sentencia Dolores en tono imperativo, y
      dirigiéndose  a  ambos—.  En  esta  casa  no  permito  ni  gritos  ni  portazos  ni
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