Page 92 - Abrázame Fuerte
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dirección al Club.

      En otro lugar de la ciudad
      Silvia recibe el SMS de sus amigas. Tirada en la cama, les contesta: ¡Me  han
      castigado!  ¡Error  fatal!   .  Se  levanta  y  se  limpia  la  cara  con  una  toallita
      desmaquillante. Se pone el pijama con la idea de tumbarse en la cama con el
      ordenador apoyado en el regazo y ver alguna película. Pasa de chatear. Hoy es
      sábado, y eso la deprimiría aún más: ¡todo el mundo está en el Club!
        Cuando cierra la persiana, y por curiosidad, mira hacia la ventana de Marcos.
      ¡Hay luz! Abre la ventana y escucha. No oye nada: el chico no está tocando su
      guitarra,  ni  tiene  la  música  puesta…  ¡Una  sombra!  ¡Silvia  ha  visto  pasar  una
      sombra por la ventana! ¡El vecino está en la habitación!
        —Tchk… Tchk… ¿Marcos? —susurra asomada a la ventana, que da al patio
      interior, sin recibir respuesta—. ¿Marcos?… ¡Atreyu!
        La sombra parece acercarse, corre la cortina, y abre la ventana.
        —¡Marcos! —Silvia intenta llamar la atención del vecino.
        El chico levanta la vista. Esta despeinado. Le sonríe.
        —¿Qué haces? —pregunta.
        —Nada —responde ella—. Estoy aburrida. Todo el mundo ha salido. Han ido
      al Club. Me han castigado…
        —Qué mala suerte —comenta Marcos. Luego pregunta—: ¿Qué es el Club?
        —¿No conoces el Club? El Club Buda.
        En ese momento, alguien llama a la habitación de Silvia. « Seguro que es mi
      madre, que me ha oído» .
        —Marcos…  Un  segundo…  ¡No  te  vayas!  —suplica.  Cierra  la  ventana  y
      corre la cortina.
        —Silvia, abre la puerta, por favor —pide Dolores dulcemente desde el pasillo.
        La chica abre la puerta poco a poco. Su madre le habla algo cabizbaja.
        —Silvia,  sabes  que  no  me  gusta  que  discutas  con  tu  hermano.  He  estado
      pensando…, y creo que me he pasado con el castigo. Cuando tenía tu edad, me
      pasaba lo mismo con la abuela. Cuando me peleaba con tu tío, ella siempre me
      castigaba  todo  el  fin  de  semana  sin  salir,  así  que  sé  lo  que  se  siente.  Yo  me
      llevaba muy mal con tu tío, y por eso no quiero que os pase lo mismo a vosotros.
      Sois buenos chicos, sois hermanos, y os tendríais que llevar bien.
        —No nos enfadamos casi nunca, mamá —la tranquiliza su hija.
        —Lo sé. Y por eso me fastidia tanto veros pelear. Quiero que estéis unidos.
        —Ya lo estamos, mami. De verdad. Ha sido una tontería.
        —Te  voy  a  contar  un  secreto  para  que  entiendas  lo  que  estoy  diciendo  —
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