Page 93 - Abrázame Fuerte
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susurra la madre, en plan misterioso—. Si coges tu nombre, el mío y el de tu
      hermano, verás que se pueden unir.
        —¿Ah,  sí?  ¿Cómo?  —le  pregunta  Silvia,  emocionada,  como  si  de  pronto
      volviera a tener siete años.
        —DAVIDOLORESILVIA  —pronuncia  su  madre,  enfatizando  las  letras
      finales e iniciales de cada nombre—. Si quieres, los puedes unir los tres. Como si
      fueran un solo nombre.
        Silvia alucina con su madre; hace un momento la había castigado, y ahora le
      suelta uno de sus típicos rollos de la unidad familiar que no entiende muy bien.
      « ¿Por  dónde  me  va  a  salir  ahora?» .  Aun  así,  su  madre  ha  conseguido
      emocionarla con lo que le ha contado.
        La chica mira con los ojos vidriosos a su madre, que continúa hablándole con
      tranquilidad, sin percatarse del efecto que sus palabras han producido en su hija.
        —Si quieres ir al Club, te dejo. Sé lo importantes que son para ti los sábados y
      tus amigas… —Su mamá aún no terminado la frase cuando Silvia ya está en sus
      brazos,  y  le  da  un  gran  achuchón  que  la  mujer  recibe  con  mucho  cariño  y
      alegría.
        —¡Gracias,  mamá!  ¡Eres  la  bomba!  ¡Te  quiero!  —exclama  la  chica,
      mientras se viste a la velocidad del rayo.
        —¡Pero no llegues más tarde de las dos! —le advierte Dolores, antes de irse
      al comedor.
        —¡De acuerdo! —contesta Silvia corriendo otra vez la cortina y abriendo la
      ventana de la habitación.
        El vecino sigue ahí.
        —¿Qué ha pasado? Empezaba a sentirme como una paloma en mi ventana —
      sonríe  Marcos,  que  hacía  un  rato  que  esperaba  y  creía  que  la  chica  se  había
      olvidado de él.
        —Oye… ¿Qué haces esta noche? —Silvia sonríe entusiasmada.
        —Nada… ¿No estabas castigada?
        —¡Castigo olvidado! ¿Te vienes al Club?
      Minutos más tarde
      Ana y Estela están en una mesa del Club. Hoy está especialmente abarrotado de
      gente. Parece que hay muy buen ambiente, y la pista de baile está bastante llena.
      Si pueden, las Princess se sientan siempre en el mismo sitio, cerca del lavabo y al
      lado  de  un  bafle  donde  pueden  esconder  las  chaquetas.  Así  se  ahorran  el
      guardarropa y les alcanza para un chupito extra.
        —¿Nos tomamos la cerveza y nos vamos a la pista? —pregunta Estela casi
      chillando  por  el  ruido  ensordecedor  de  la  discoteca.  Ana  le  dice  que  sí  con  la
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