Page 94 - Abrázame Fuerte
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cabeza.
Su amiga mira el teléfono y lee el SMS de Silvia. Se lo enseña a Ana, quien lo
lee y, automáticamente, pone cara larga.
—Lo que te decía de la espera… Nos habríamos pasado todo este rato en el
parque. —Debido al ruido, Estela habla directamente al oído de Ana, quien
vuelve a afirmar con la cabeza.
En otro lugar de la ciudad
Hace rato que Bea ha llegado a casa de Sergio. Es una casa grande y vieja, pero
repleta de cuadros que él ha pintado. Eso le confiere mucha personalidad y la
convierte en un hogar especial. Nada más entrar ve al primo de Sergio, Manu, a
quien conoció en el bar Piccolino, jugando a la Play Station.
Bea esperaba cenar con Sergio a solas, a la luz de las velas y escuchando
música romántica, pero no con la tele de fondo y ruido de videojuego de zombis.
Pero bueno, ¡qué se le va a hacer! Al menos, Sergio la ha invitado a su casa…
Ése es un paso importante.
Sergio aparece con una tabla de quesos y patés. Abre una botella de vino
tinto. La chica está sorprendida. ¡No había cenado nunca con ningún novio así!
« Lo de la Play es lo de menos» , se dice.
Pero las cosas como son: el televisor está en el comedor y Manu, que juega a
la consola, no duda ni un segundo en apuntarse a comer con ellos cuando ve el
manjar. A Bea le parece un gesto simpático pero, no nos engañemos, el primo le
sobra. Ésa no era la idea que tenía de cena romántica con novio.
Sergio sonríe todo el rato. A él no le importa, le gusta dejarse llevar por los
acontecimientos, así que pone otro plato en la mesa y otra copa para Manu, quien
no para de gastar bromas. Bea sonríe también, aunque está algo decepcionada.
Así pues, cenan los tres. El televisor está encendido, y la Play Station en
pausa. Manu comenta sus récords y sus mejores jugadas, Bea atiende con una
sonrisa tensa, y Sergio come tranquilo mientras hace pequeños comentarios
sobre los patés y los quesos.
Al finalizar, Manu vuelve a su juego favorito e invita a Bea a que juegue con
él. La chica mira a su chico, quien, a su vez, la anima también. Como Sergio
quiere fregar los platos, Bea se sienta en el sofá dispuesta a matar zombis. « ¡Qué
surrealista es la vida!» , piensa mientras aprieta aleatoriamente los botones del
mando de la consola. No tiene ni idea, pero le gustaría conseguir una buena
puntuación para impresionar a su novio.
—¡Jolín, me han matado! Soy malísima. ¿Por qué no me enseñas? —
pregunta, coqueteando con Sergio, quien ya ha vuelto de la cocina y ha visto el
final de la partida.