Page 15 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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Y     esa  preocupación  era  el papel  que  en  relación  con  el  cosmos
      o  con  lo  divino  creían  desempeñar. Eso  nos  determina  el  carácter
      casi  exclusivamente  religioso  que  se  desprende  de  la  totalidad  de
     la literatura  mesopotámica. No  sólo  eran sacerdotes  (o solían  serlo)
      los  escribas,  no  sólo  los  temas, por más  variados  que  éstos  fueran,
      conectaban  por  evidentes  razones  religiosas  con  las  divinidades  en
      mayor o menor grado, sino  que, incluso, era  en los  templos  (y lue­
      go  en bibliotecas palatinas, caso  de la famosa de Assurbanipal)  don­
      de se solían  guardar no importa  qué  tipos  de  documentos  escritos.
        Otra  consideración  a  tener  en  cuenta  fue  el  progresismo  inte­
      lectual  en  la  concepción  de  los  dioses  y  de  la  religión  y  en  la  del
      hombre  y  de  la  política,  progresismo  que  ha  de  saber  verse  cali­
     brando  las  diferencias  temáticas,  aparentemente  ancladas  a  lo  largo
      de  los  siglos  en  un  ropaje  formal  que  se  copiaba  una  y  otra  vez.
        Unida a esta tendencia de progresismo  hay que señalar — y esto
      no  ha  sido  suficientemente  remarcado—  la  diversidad  de  escuelas
      teológicas  existentes  en  las  ciudades  mesopotámicas,  cuyos  crite­
      rios  religiosos y literarios  no  tenían  por qué  coincidir en  razón  de
      su  propia  peculiaridad  no  sólo  mental  sino  también  política.
        Todas  aquellas  escuelas  teológicas  trabajaron  a  fondo  en  la  con­
      cepción o estereotipo de sus divinidades polladas o  nacionales, pero
     la evolución en cuanto a contenido religioso de las mismas, su eclec­
      ticismo  e  incluso  una  gradual  tendencia  al  enoteísmo  son  eviden­
      cias  que  se  constatan palpablemente, sabiendo  asimilar sus  dirigen­
      tes  espirituales  lo  importante y desechar aquello  que  era superfluo.
        Dato  a  tener  en  cuenta  fue  el  primitivo  carácter  oral  de  las
      composiciones  religiosas  y literarias  que  precisaron  de  un  larguísi­
      mo  «rodaje»  en  la  memoria  colectiva  antes  de  recogerse  por  escri­
      to  a  comienzos  del  tercer  milenio  a.C.  Hay,  pues,  que  admitir  la
      existencia de una gran actividad oral antes de que los textos se  fija­
      sen por escrito  en las tablillas de barro y se depositasen  en los tem­
      plos  o  en las  bibliotecas.  Uno  de  los  casos  más  claros  fue  el  Poema
      de  Gilgamesh, que  en  su  fase  oral  conoció  diferentes  episodios  has­
      ta  ser  fijado  por  escrito,  momento  en  que  se  realizaron  retoques,
      revisiones, se  orillaron  episodios  o  se  incluyeron  otros  nuevos  para


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