Page 19 - Lara Peinado, Federico - Leyendas de la antigua Mesopotamia. Dioses, héroes y seres fantásticos
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un hecho primario: la separación del cielo y de la tierra. A partir
de ahí, las escuelas teológicas sumerias se cuidarían de elaborar sus
mitos acompasándolos a su propio panteón y sentir religioso.
Los sumerios creyeron en una organización del mundo divino
a imagen del mundo terrestre. Así, sus dioses fueron considerados
bajo presupuestos antropomórficos, como antes se dijo: bebían,
comían, sufrían, hacían el amor, peleaban, repitiendo el modelo de
las pasiones y debilidades humanas.
No imaginaron ni creyeron en un dios todopoderoso y por esa
razón quizá les faltó una organización unitaria de sus dioses, los cua
les quedaron ligados a las diferentes ciudades-estado. Esta particu
laridad local, reflejo tal vez del antiguo nomadismo de los sume
rios, se mantuvo durante toda la fase sumeria; no obstante, pueden
aislarse importantísimas divinidades que gozaron de gran preemi
nencia en todo el país. Las mismas, y no podemos caer aquí en
una larga lista de nombres, fueron por orden de importancia las
que a continuación se reseñan.
Una primera tríada cósmica, constituida por An (Anu, entre los
acadios), dios del cielo; Enlil, dios del viento y del diluvio, y Enki
(Ea, entre los acadios), dios de la tierra o más exactamente del fun
damento. A ella le seguía otra tríada de carácter astral, formada por
Zuen (Sin en acadio), el dios luna; Utu (Shamash, en acadio), el
dios Sol, e Inanna (Ishtar, entre los acadios), personificación de los
dos aspectos de la vida diaria, la lucha y la procreación.
Tras ellas tributaron también veneración a otras divinidades, ya
más secundarias, entre las que podemos citar a Nergal, dios de los
Infiernos, y a su esposa Ereshkigal, hermana de Inanna; a Iskur, el
señor de la tempestad; a Ninurta, dios guerrero y campeón del olim-
po sumerio; a Dumuzi, dios de la fertilidad agrícola; a Ningizzida;
a Ningirsu, y a un larguísimo etcétera, divinidades todas ellas que
estuvieron constantemente presentes en la vida religiosa y en los
relatos míticos de la fase sumeria.
En la concepción acadia, también el panteón divino se estruc
turó a partir de un principio acuoso, del cual se aislaron dos entes
primarios, el Abzu (o Apsu), representación masculina del océano
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