Page 39 - El nuevo zar
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extranjeros, aunque con éxito incierto. Un supervisor describió su labor como
«extremadamente productiva», pero el oficial superior del KGB en
Leningrado durante su carrera, Oleg Kaluguin, dijo que la agencia no logró
descubrir un solo espía extranjero suelto en la ciudad.[18]
Su carrera parecía estancarse justo cuando el relativo período de paz y
distensión de la Unión Soviética comenzaba a afrontar mayores conflictos en
el país y del otro lado de la frontera: en retrospectiva, los primeros signos del
declive y colapso final de la Unión Soviética. En diciembre de 1979, la Unión
Soviética invadió Afganistán tras un golpe sangriento orquestado por el KGB
de Andrópov y llevado a cabo por los comandos de élite del ejército, vestidos
con uniformes afganos. La invasión dio inicio a una operación fútil para
respaldar al Gobierno comunista en Kabul que les costaría la vida a miles de
soldados, cuyos cuerpos fueron repatriados en cajas de cinc con el nombre en
código CARGO 200, envueltos en secretismo.
La elección de Ronald Reagan como presidente de Estados Unidos en
noviembre de 1980 contribuyó a exacerbar las tensiones de la Guerra Fría y
empujó a las dos superpotencias a quedar aún más cerca de una
confrontación. El Kremlin y el KGB pronto se obsesionaron con los planes
que, según la dirigencia soviética, tenía Reagan de lanzar un ataque nuclear
preventivo contra la Unión Soviética. En una conferencia en mayo de 1981,
un Leonid Brézhnev ya enfermo denunció a Reagan como una amenaza a la
paz mundial, mientras que Andrópov proclamó que, en adelante, la prioridad
última de los servicios de seguridad sería descubrir pruebas del plan de
Reagan para destruir el país.[19] Esta vasta operación —con el nombre en
código RYAN, del ruso raketno-yadernoye napadenie, «ataque de misiles
nucleares»— se convirtió en el principal objetivo por parte de la inteligencia
de las oficinas del KGB en todo el mundo, y siguió siendo una obsesión
paranoica durante el resto de la década. Pronto, Vladímir Putin tendría un
papel en ello.
En 1980, tras regresar a Leningrado, la vida personal de Vladímir —y su
carrera— dio un giro importante. A sus veintiocho años, aún seguía soltero;
algo poco habitual para la sociedad soviética. Su soltería era inadecuada para
el conservador KGB. De hecho, el Primer Directorio Principal rehusaba
enviar solteros al exterior por temor a que las aventuras sexuales fuera del
matrimonio pudiesen dejarlos vulnerables a denuncias o extorsiones.[20] A
Vladímir no le faltaba atractivo, con esos profundos ojos azules. Estaba en