Page 41 - El nuevo zar
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su número de teléfono. Andréi estaba impactado. «¿Estás loco?», le preguntó
a su amigo más tarde. Nunca lo había visto darle su número a alguien a quien
no conociera bien. Volvieron a encontrarse la tercera noche y, cuando ella
regresó a Kaliningrado, lo llamó.[24]
Cuando Liudmila voló de nuevo a Leningrado en julio, comenzaron una
relación. Ella bromeaba con que otras chicas viajaban en autobús o en tranvía
para llegar a sus citas, mientras que ella iba en avión.[25] Pronto resolvió
mudarse a Leningrado. Vladímir la instó a retomar los estudios —había
abandonado unos estudios técnicos para convertirse en azafata— y se
inscribió en la Facultad de Filología del alma mater de Vladímir, la
Universidad Estatal de Leningrado. El estrés de la mudanza y los estudios
hicieron que la relación se resintiera al principio, y ella la interrumpió hasta
que él voló a Kaliningrado y la convenció de regresar. En octubre, Liudmila
ya se había instalado en un piso comunitario que compartía con una mujer
cuyo hijo se había marchado al ejército.[26] Vladímir resultó ser un novio
absorbente y celoso: ella sentía que siempre la estaba observando, poniendo a
prueba, juzgando. Él le declaraba sus intenciones —esquiar, por decir algo, o
que ella hiciera un curso de mecanografía— y no le daba la opción de
discutirlo. A diferencia de la primera Liudmila, ella era más dócil. Cuando la
madre de Vladímir la conoció, quedó poco impresionada y, lo que es peor, se
lo dijo. Su hijo ya tenía otra Liudmila, resopló María, «una buena chica».
Liudmila no sabía que él trabajaba para el KGB. A ella también le había
dicho que tenía un empleo en la rama de investigaciones criminales del
Ministerio del Interior. Era una fachada común para los agentes de
inteligencia, e incluso le habían expedido una tarjeta de identificación falsa.
[27] Cada vez que ella preguntaba qué hacía durante el día, él eludía sus
preguntas con bromas. «Antes de la comida, capturamos —le dijo una vez,
como si él y sus colegas se hubiesen pasado el día pescando—. Después de
comer, soltamos.»[28] No fue hasta 1981, luego de haber salido durante un
año y medio, que ella supo de su verdadero empleo, y se enteró a través de la
esposa de un amigo. Sintió un escalofrío de excitación y orgullo. A diferencia
de Rolduguin, ella no tenía razón para temer al KGB o a este joven. Ahora,
sus maneras taciturnas parecían comprensibles y explicaban lo que había
percibido como evasivo en él. Cuando su amiga se lo contó, fue toda una
revelación. Estar con Vladímir implicaba aceptar que una parte de él
permanecería siempre fuera de su alcance.[29] Incluso se le ocurría que la