Page 43 - El nuevo zar
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siempre debería esperar, sola y en ascuas. Su trabajo en el KGB dejaría marca
               en ella. No podría jamás hablar del trabajo de él o ser abierta con otra gente
               acerca de su vida o de la vida en común de ellos dos. Casarse con Putin sería
               una «proscripción privada» impuesta a su propia vida, lo sabía. Se enamoró

               de ese hombre, lentamente, pero la sensación era de opresión.[31]

                    Vladímir podía ser audaz e impetuoso, pero las cuestiones del noviazgo se
               las tomaba con mucha calma. Sí usó su posición —y su salario— para viajar

               con ella. Dos veces fueron al mar Negro, que él adoraba desde su viaje allí
               como joven estudiante absorto en las estrellas. Una vez fueron en coche con
               amigos a Sochi, la ciudad balneario ubicada a más de 1.600 kilómetros al sur.

               Se  quedaron  en  un  apartamento  de  dos  habitaciones  reservado  para  los
               guardias de Bocharov Ruchei, la mansión junto al mar construida conforme a
               las órdenes de Nikita Jrushchov en la década de 1950 para la élite soviética y

               que, un día en el futuro indeterminado, se convertiría en lugar de retiro para
               los presidentes de una nueva Rusia. Leonid Brézhnev convaleció allí en los

               lánguidos años finales de su gobierno. Desde el balcón de su habitación, la
               pareja podía ver la playa, aunque el acceso a ella estaba prohibido. En 1981
               regresaron  al  mar  Negro  y,  esta  vez,  se  quedaron  dos  semanas  en  Sudak,
               Crimea.  Ese  fue  el  primer  viaje  que  hicieron  los  dos  solos.[32]  De  todas

               formas,  el  suyo  no  era  un  romance  tempestuoso.  Cuando  finalmente  él  le
               propuso matrimonio, ya era abril de 1983, y ella pensó que él estaba poniendo

               fin a la relación.

                    —Dentro de tres años y medio probablemente ya lo tendrás decidido —le
               dijo en su apartamento.

                    —Sí —dijo ella, titubeando, temiendo el final—. Lo tengo decidido.


                    Él parecía dudoso.

                    —¿Sí?  —respondió  él,  y  luego  agregó—:  Bien,  si  es  así,  te  quiero,  y
               propongo que nos casemos.[33]

                    Ya  había  establecido  una  fecha:  el  28  de  julio,  en  apenas  tres  meses.

               Hicieron una ceremonia civil, no una religiosa, que hubiese estado prohibida
               para un oficial del KGB, y luego dos celebraciones de boda. Veinte amigos y
               familiares asistieron a la primera a bordo de un restaurante flotante amarrado

               al dique junto a la Universidad Estatal de Leningrado. Una noche más tarde,
               hicieron una reunión diferente en un espacio más privado, un salón de fiestas
               en  el  hotel  Moscú.  Para  Liudmila,  la  primera  fue  acogedora  y  alegre;  la
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