Page 44 - El nuevo zar
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segunda fue más ceremoniosa, bastante agradable, pero «un poco diferente».
Los asistentes eran los colegas del KGB de Vladímir que no podían poner en
riesgo su secreto, ni siquiera con los familiares y los amigos más cercanos de
uno de sus camaradas.
Pasaron la luna de miel en Ucrania; primero condujeron hasta Kiev, donde
se encontraron con unos amigos que viajaron con ellos y con quienes con
frecuencia compartieron la habitación. Recorrieron Moldavia, luego Leópolis,
en Ucrania occidental, Mikolaiv y, finalmente, Crimea, y allí se quedaron en
Yalta; todos ellos, sitios de vacaciones emblemáticos del vasto imperio
soviético. En Yalta, los recién casados tuvieron un dormitorio propio y se
quedaron allí durante doce días, nadando y tomando el sol en la orilla rocosa.
[34] Para él, Crimea era un lugar mágico y sagrado. Regresaron vía Moscú,
para que él pudiera pasar por los cuarteles generales del KGB —el Centro,
como se lo conocía—, y luego se mudaron al piso de dos habitaciones de los
padres de él en la calle Stachek. Él tenía treinta años, ella, veinticinco, y
juntos se acomodaron en un matrimonio feliz, aunque restringido.
Un colega, Ígor Antónov, creía que Vladímir se había casado para avanzar
en su carrera, pues sabía que la soltería lo frenaría.[35] Ciertamente, parecía
haberlo pensado todo con mucho cuidado. El salto en su carrera llegó un año
más tarde. El KGB lo ascendió al grado de mayor tras nueve años de servicio
y lo envió a estudiar a Moscú, a la escuela de élite de inteligencia exterior, el
Instituto Bandera Roja. Fundado en 1938, se trataba de un campo de
entrenamiento básico para los espías extranjeros de la Unión Soviética. El
instituto no solo era ideológicamente exclusivo: también discriminaba
determinadas razas o etnias. No se aceptaban judíos, como tampoco tártaros
de Crimea, chechenos ni calmucos. Estaba prohibida la práctica religiosa de
cualquier tipo. La admisión de Putin pudo muy bien haberse debido a la
versión del KGB de la discriminación positiva. Durante la década de 1980, el
Primer Directorio Principal comenzó a quejarse de que demasiados de sus
cadetes «eran niños malcriados de padres privilegiados» que utilizaban su
influencia y conexiones en Moscú para obtener su admisión. Y ellos querían
candidatos robustos con aptitud para los idiomas y devoción absoluta a la
causa soviética. El directorio procuró ampliar las bases de reclutamiento
aumentando la proporción de cadetes de las provincias, y solicitó a los
cuarteles centrales regionales nominar oficiales jóvenes.[36] Leningrado
envió a Vladímir Putin.