Page 49 - El nuevo zar
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condescendiente que molestaba a los alemanes. Una de las mayores
operaciones del KGB, iniciada en la década de 1970 en tiempos de Brézhnev
y cuyo nombre en código era LUCH o «haz de luz», reclutaba furtivamente
agentes alemanes para vigilar y entregar informes sobre sus propios líderes de
partido, funcionarios del Gobierno y personas de a pie por deslealtad a la
causa soviética.[3]
La residencia del KGB en Berlín era la más grande del mundo. En
cambio, la oficina en Dresde era un pequeño puesto fronterizo en el
entramado mundial de la agencia. La ciudad, que se extendía a ambos lados
del río Elba, nunca tuvo más de siete u ocho funcionarios del KGB. Su oficina
estaba ubicada en el número 4 de la calle Angelika, en una mansión gris de
dos pisos con tejado rojo en Neustadt, al otro lado de los famosos puentes de
Dresde, que se extendían desde el centro histórico de la ciudad. Aquí, en un
despacho arrinconado en el segundo piso, el mayor Putin trabajaría durante
los siguientes cuatro años y medio.
Dresde, una de las ciudades hermosas de Europa, estaba aún desfigurada
por las ruinas hechas añicos de la Frauenkirche (iglesia de Nuestra Señora).
La iglesia barroca quedó sin reparar durante las cuatro décadas que siguieron
al bombardeo aéreo de Dresde de febrero de 1945, como un símbolo de los
horrores de la guerra y, para fines propagandísticos más contemporáneos, de
la barbarie occidental. La calle Angelika, al otro lado del río, era corta y
bonita, flanqueada por árboles y jardines que florecían cada primavera en un
tapiz de colores, tan diferente de la desmoronada arquitectura monumental de
Leningrado. En el cruce de la intersección con la avenida principal, Bautzner,
acechaba un gran complejo que se extendía hasta un risco que miraba desde lo
alto el estuario ancho y grasiento del Elba. Después de la guerra, la policía
secreta soviética, el NKVD, convirtió un pequeño edificio ubicado en el risco
en un tribunal militar, donde enjuiciaron no solo a los remanentes del régimen
nazi, sino también a los opositores al nuevo Estado comunista.[4] La Stasi,
tras su creación, asumió el control del complejo, y poco a poco fue
ampliándolo. En 1953, construyó una prisión con cuarenta y cuatro celdas,
que con el paso de los años acabaría albergando a más de doce mil detenidos
a la espera de ser interrogados o enviados a prisión.
Para cuando llegó el mayor Putin, el cuartel general de la Stasi se había
convertido en una ciudad secreta dentro de otra ciudad. En su interior había
oficinas administrativas, una casa para huéspedes importantes y suficientes