Page 51 - El nuevo zar
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burocracia, las exigencias insaciables del Centro y su obsesión, según creía él,
con amenazas imaginarias. Bromeaba con que «el arma más peligrosa» del
espía del KGB en Dresde era el punzón con que agujereaba los márgenes de
toneladas de informes enviados obediente e inútilmente a Moscú, muchos de
ellos no más que resúmenes de los sucesos políticos informados en la prensa
local.[7] «Volodia Putin llegó al KGB por un romanticismo heroico —
escribió—, pero en Dresde, por definición, no podía haber ningún
romanticismo especial, y para entonces ya lo había entendido
perfectamente.»[8]
De todos modos, el Pequeño Volodia encajó muy bien. Casi de inmediato
se congració con el jefe de la estación de Dresde, el coronel Lazar Matvéiev,
que prestaba servicios allí desde 1982. Matvéiev era bajo, incluso más bajo
que Putin, su abdomen se estaba poniendo fofo y se estaba quedando calvo,
excepto por dos aletas de cabello blanco que recortaba cuidadosamente.
Nacido en 1927, era de la vieja escuela, un oficial de inteligencia soviética
devoto cuyos padres habían muerto en la Gran Guerra Patriótica. Tomó al
joven Putin bajo su ala, pues admiraba su resuelta integridad y ética de
trabajo. El año previo a que Putin llegara a Dresde, el KGB comenzó a pagar
a sus oficiales allí el equivalente a 100 dólares en moneda fuerte: una suma
dadivosa distribuida en dólares y marcos. En opinión de Usoltsev, el trabajo
en Alemania Oriental era, para muchos oficiales del KGB, «una oportunidad
única de asegurarse una vejez confortable».[9] No para Putin ni para su
esposa. Matvéiev adoraba a Liudmila como una hermosa madre joven que no
era, como las otras, «una mujer de negocios». No ocultó al resto del cuadro
del KGB en la calle Angelika que el Pequeño Volodia era su preferido, sobre
todo porque este mayor de corta edad no mostraba ninguna señal de ser un
«arribista» decidido a opacar a sus superiores. Era una «persona transparente»
y un verdadero «currante», aunque no el tipo de subordinado que exagera
trabajando día y noche.[10]
Al principio, Liudmila se encontraba aún en Leningrado, concluyendo sus
estudios universitarios. El Pequeño Volodia se mudó por poco tiempo con un
colega al piso superior de un bloque alto y recientemente construido en el
número 101 de la calle Radeberger, a cinco minutos a pie de distancia de la
mansión del KGB. El edificio colindaba con un barracón militar soviético a
un lado y un parque forestal en el otro, la margen noreste de Dresde. Al igual
que la mayoría de los edificios en el barrio, albergaba oficiales soviéticos y de