Page 56 - El nuevo zar
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la Guerra Fría. Particularmente, sus órdenes se centraban en la obsesión por
               localizar a los Boinas Verdes en Alemania, que Usoltsev consideraba ridícula.
               La  aburrida  selección  de  listas  para  reclutas  potenciales  era  la  «principal
               tarea» de la oficina de Dresde, dijo, pero finalmente la dejaron por ser una

               pérdida de tiempo.[18]

                    El mayor Putin aparecía en uniforme algunos días y en ropa de civil otros,
               según  sus  tareas.  Trataba  con  informantes  que  él  u  otros  reclutaban  con  la

               esperanza  de  reunir  información  sobre  sucesos  económicos,  políticos  o
               militares en Occidente y también dentro de Alemania Oriental. Los agentes
               eran  los  verdaderos  espías,  que  ocultaban  sus  identidades  y  actividades  y

               vivían  con  el  temor  de  la  traición:  él  era  un  administrador.  Rastreaba  a
               empresarios  u  otros  extranjeros  de  paso  y  prestaba  particular  atención  a  la
               única  iglesia  ortodoxa  rusa,  San  Simeón  de  la  Montaña  Milagrosa;  así,

               recopiló un expediente sobre su clérigo, el arcipreste Grigori Davidov, y su
               pequeño rebaño de creyentes.[19] Horst Jehmlich, el asistente del jefe de la

               Stasi de Dresde, Horst Böhm, recordaba que Putin concentraba sus esfuerzos
               de reclutamiento en estudiantes «que podían volverse importantes en su país
               algún día» y ascender en las filas de la industria y el Gobierno. Fue de esa
               misma forma como el KGB había reclutado a Philby y los otros en Cambridge

               con aquel efecto sorprendentemente dañino, pero el éxito de Putin, por lo que
               se  sabe,  fue  mediocre  en  comparación.  En  otros  tiempos,  la  gente  había

               ayudado  a  la  Unión  Soviética  por  convicción  ideológica,  pero  ahora  la
               mayoría traicionaba a sus naciones por dinero, como en ese entonces hacían
               Aldrich Ames y Robert Hanssen en Estados Unidos. ¿Qué otra cosa tenía para
               ofrecer la Unión Soviética a esa altura?


                    Para  cada  recluta  en  potencia,  el  mayor  Putin  preparaba  papeles  y  los
               presentaba a la oficina de Böhm para su aprobación. «Debíamos asegurarnos
               de  que  las  personas  inscritas  por  nuestros  amigos  no  fueran  contactadas

               también por nosotros», explicó Jehmlich. Incluso entonces, dijo, la Stasi no
               estaba al tanto de todo lo que hacía el KGB. El puesto fronterizo en Dresde

               también  analizaba  sucesos  políticos  y  líderes  de  partidos  en  Alemania
               Occidental  y  Alemania  Oriental,  en  busca  de  signos  de  oposición  a  las
               políticas soviéticas, que atravesaban profundos cambios con Gorbachov. La
               operación  LUCH,  el  prolongado  intento  del  KGB  por  monitorizar  a  los

               alemanes  del  Este,  siguió  alimentando  el  Centro  con  informes  sobre  sus
               «estimados amigos», incluso en la Stasi.
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