Page 58 - El nuevo zar
P. 58

Este era tristemente conocido como un intransigente y su tono era deliberado,
               sombrío y aterrorizador en su certeza ideológica. Puede que el líder soviético
               buscara una relación menos conflictiva con Occidente, pero esa noche Böhm
               advirtió que las agencias de inteligencia de los enemigos del socialismo no

               habían  cedido  en  absoluto.  «Los  servicios  secretos  imperialistas  han
               redoblado sus actividades para obtener toda información que sea significativa,

               o pueda serlo, para acciones futuras» contra Alemania Oriental y las demás
               naciones  socialistas,  bramó.  Sin  embargo,  un  mes  después,  Gorbachov  y
               Ronald  Reagan  firmaron  el  Tratado  de  Fuerzas  Nucleares  de  Rango
               Intermedio en Washington para eliminar algunas de las más peligrosas armas

               en Europa.

                    La Guerra Fría no había terminado, pero su deshielo era predecible, salvo
               para  los  líderes  de  Alemania  Oriental.  Se  volvieron  críticos  feroces  de  la

               perestroika  y  la  glásnost  de  Gorbachov,  con  denuncias  que  llenaban  los
               informes del KGB que se enviaban al Centro. La convicción de sus líderes

               respecto del sólido futuro de Alemania Oriental nunca flaqueó hasta que fue
               demasiado  tarde.  Gorbachov  entendía  que  la  Unión  Soviética  estaba
               quedando  rezagada  respecto  de  Occidente  —económica,  científica  y
               militarmente—  y  escindiéndose.  Los  primeros  movimientos  de  Gorbachov

               para  reformar  el  sistema  económico  soviético,  aunque  refrendado  por  una
               dirigencia  del  KGB  recientemente  «reformista»,  comenzaron  a  exponer

               fracturas  peligrosas  en  el  Estado  inamovible  y  dentro  del  KGB  mismo.
               Mientras que su llamada a modernizar la producción industrial y agrícola tuvo
               poco  impacto  en  el  poder  o  en  los  beneficios  del  KGB,  su  política  de
               perestroika, anunciada en el XXVII Congreso del Partido Comunista en 1986,

               prometió iniciativa y creatividad en el Gobierno y tolerancia a la crítica. Era
               el principio del fin de la rígida ortodoxia de los años de Brézhnev.

                    El cuadro de la calle Angelika observaba estos sucesos desde la distancia

               y reaccionaba con cautela. Al coronel Matvéiev no le gustaba lo que se estaba
               cociendo en Moscú con Gorbachov, pero los otros, quizás con el beneficio de

               la  retrospectiva,  dirían  luego  que  sabían  que  el  sistema  soviético  se  estaba
               resquebrajando  bajo  la  presión  liberada  por  la  perestroika  y  la  glásnost.
               «Nosotros  éramos  la  generación  joven  del  servicio  de  seguridad  —recordó
               Usoltsev—.  Para  nosotros,  era  evidente  que  el  poder  soviético  marchaba

               inexorablemente  hacia  el  abismo.»[22]  El  teniente  coronel  Putin  también
               compartía una visión lúgubre del Estado de la Unión Soviética. Pensaba que
   53   54   55   56   57   58   59   60   61   62   63