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Más allá del aula III: Experiencias y reflexiones docentes

            La  idea  de  unidad  continental  aparece  entre  los  sueños  de
            precursores y libertadores.  La América toda era la tierra del
            porvenir  y  de  las  grandes  esperanzas.  Se  consideraba  muy
            posible,  dados  los  rasgos  comunes  de  origen,  religión,
            costumbres,  lengua,  etc.  Esta  unidad  podría  realizarse  a
            través  de  pactos  al  estilo  de  los  realizados  en  el  mundo
            antiguo;  pactos  que  fomentarán  la  unidad  y  el
            fortalecimiento  de  las  naciones  americanas  unida  por
            comunes lazos. (Ocampo López, 1999, p. 361)

            Aunque las tierras de la llamada América fueron durante largo
          tiempo  negadas  desde  Europa,  pasando  por  Hegel  y  Buffon  se
          erigió un punto de vista excluyente que ha sido difícil de superar
          (Ramírez y Patiño, 2013). De allí que invención como lo expone E.
          O´Gorman (2006), tiene una valencia equiparable a los esfuerzos
          independentistas decimonónicos.
            Las posturas de los líderes más destacados de inicios del siglo
          XIX  se  sustentaron,  en  tanto  proyectos,  en  la  idea  de  unidad
          regional; por un lado. Por otro lado, como se comenta en Ramírez
          & Patiño (2013)  en pro y  en  la defensa de  lo propio. Si bien, la
          dialéctica  de  la  negación  del  otro  se  dio  durante  el  monopolio
          ibérico y, con ello la generación de conflictos, difícilmente existen
          diferencias sustanciales entre los pueblos del continente.
            Para  el  caso  latinoamericano  y  caribeño,  las  diferencias
          marcadas  son  estrechas  gracias  a  particularidades  históricas  y
          sociales.  Aunque  con  casi  doscientos  años  de  vida  semi
          independiente, las secuelas del colonialismo y del neo colonialismo
          son  profundas  (Wallerstein,  2007).  A  esto  le  sumamos  las
          posiciones propias de cada región que conforma a cada uno de los
          países  de  América  Latina  que  incluye  idiosincrasia,  modismos,
          visiones de la integración regional, fracasos, antipatías regionales,
          sometimientos  a  las  potencias  y,  hasta  prácticas  religiosas  de
          orígenes  distintos  pero  al  tiempo  cercanas  como  el  caso  de  las
          confesiones  evangélicas  o  los  eclecticismos  propios  de  una
          sociedad  mestiza  pero  al  tiempo  que  marcan  distancias  en  el
          cotidiano  de  las  personas  o  comunidades.  En  esto,  la  idea
          integracionista emergente en Hugo Chávez, siempre se destacó por
          integrar la zona de El Caribe, de acercar a los estados isleños como



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