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Más allá del aula III: Reflexiones y experiencias docentes
fronteras con sus vecinos. La idea de unidad había desaparecido ya
en 1830, por lo menos como realidad material. Se registraron en la
historia de las ideas, de los últimos dos siglos, llamados a la unidad
de los pueblos y las naciones de la región (Ocampo López, 1981).
Los gobiernos de Cipriano Castro en Venezuela, y Eloy Alfaro en
Ecuador, fueron dos casos excepcionales.
En los últimos años de la década de los noventa, la llegada de
políticos sui generis junto a sus propuestas no tradicionales -
independientemente de los señalamientos internos y extranjeros-,
lograron establecer modelos internos que también se encaminaron
a la búsqueda de una concreción integracionista. No es de extrañar
que “la idea de “América Latina” forjada durante la segunda mitad
del siglo XIX, dependió de otra idea, la de “latinidad” (“latinity”,
“latinité”), surgida en Francia” (Mignolo, 2007, pp. 81-82), no ha
abandonado el sustento conceptual que busca una praxis, esto sería
suelo fértil para cualquier discurso integracionista. La concepción
latinoamericanista sigue siendo centro de debate en su
funcionalidad, en su caracterización.
Ha de avanzarse en la comprensión del fenómeno
integracionista desde diferentes ópticas, pensamientos y
experiencias históricas (Guadarrama, 2008). Por decir, la propuesta
de Iturbide en México sobre el rescate del poder azteca
destacándose un modelo imperial; el experimento de
Centroamérica o la idea de concretar la República de Colombia
(Gran Colombia), tienen características marcadas por
pensamientos, ya sean, de anexión o propios de una integración
con miras al progreso de las regiones interesadas, aspecto que debe
ser estudiado a fondo.
A aquello obedece que representantes del siglo XIX, en su
primera generación, Francisco de Miranda, Simón Bolívar, José
Cecilio del Valle, Simón Rodríguez, entre otros casos; y la segunda
generación donde se encuentran personas como Justo Arosemena,
José Martí y Juan B. Alberdi, planteándose las pautas necesarias,
desde sus ópticas, fueran catalogados para muchos, en defensores
de la utopía, quijotescos caudillos. Los hechos históricos o los
proyectos, son reflejo – en gran medida- de las ideas que surgen en
las mentes y llegan a concretarse, a la vez esas mentes aparecen
gracias a las circunstancias materiales que les rodean.
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