Page 367 - El Señor de los Anillos
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techo. Corrieron más rápido. Llegaron a una sala con ventanas altas que miraban
      al este y donde entraba directamente la luz del día. Cruzaron la sala, pasando por
      unas  puertas  grandes  y  rotas  y  de  pronto  se  abrieron  ante  ellos  las  Grandes
      Puertas, un arco de luz resplandeciente.
        Había  una  guardia  de  orcos  que  acechaba  en  la  sombra  detrás  de  los
      montantes a un lado y a otro, pero las puertas mismas estaban rotas y caídas en
      el  suelo.  Aragorn  abatió  al  capitán  que  le  cerraba  el  paso  y  el  resto  huyó
      aterrorizado. La Compañía pasó de largo, sin prestarles atención. Ya fuera de las
      puertas bajaron corriendo los amplios y gastados escalones, el umbral de Moria.
        Así,  al  fin  y  contra  toda  esperanza,  estuvieron  otra  vez  bajo  el  cielo  y
      sintieron el viento en las caras.
        No  se  detuvieron  hasta  encontrarse  fuera  del  alcance  de  las  flechas  que
      venían  de  los  muros.  El  Valle  del  Arroyo  Sombrío  se  extendía  alrededor.  La
      sombra de las Montañas Nubladas caía en el valle, pero hacia el este había una
      luz dorada sobre la tierra. No había pasado una hora desde el mediodía. El sol
      brillaba; la luz era alta y blanca.
        Miraron atrás. Las puertas oscuras bostezaban a la sombra de la montaña. Los
      lentos redobles subterráneos resonaban lejanos y débiles. Bum. Un tenue humo
      negro salía arrastrándose. No se veía nada más; el valle estaba vacío. Bum. La
      pena  los  dominó  a  todos  al  fin  y  lloraron:  algunos  de  pie  y  en  silencio,  otros
      caídos en tierra. Bum, bum. El redoble se apagó.
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