Page 1119 - El Señor de los Anillos
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                   El saneamiento de la Comarca
      Había caído la noche cuando, empapados y rendidos de cansancio, los viajeros
      llegaron por fin al puente del Brandivino. Lo encontraron cerrado: en cada una de
      las  cabeceras  del  puente  se  levantaba  una  gran  puerta  enrejada  coronada  de
      púas; y vieron que del otro lado del río habían construido algunas casas nuevas:
      de dos plantas, con estrechas ventanas rectangulares, desnudas y mal iluminadas,
      todo muy lúgubre, y para nada en consonancia con el estilo característico de la
      Comarca.
        Golpearon con fuerza la puerta exterior y llamaron a voces, pero al principio
      no  obtuvieron  respuesta;  de  pronto,  ante  el  asombro  de  los  recién  llegados,
      alguien sopló un cuerno, y las luces se apagaron en las ventanas. Una voz gritó en
      la oscuridad:
        —¿Quién  llama?  ¡Fuera!  ¡No  pueden  entrar!  ¿No  han  leído  el  letrero:
      Prohibida la entrada entre la puesta y la salida del sol?
        —No  podemos  leer  el  letrero  en  la  oscuridad  —respondió  Sam  a  voz  en
      cuello—.  Y  si  en  una  noche  como  ésta,  hobbits  de  la  Comarca  tienen  que
      quedarse fuera bajo la lluvia, arrancaré tu letrero tan pronto como lo encuentre.
        En respuesta, una ventana se cerró con un golpe, y una multitud de hobbits
      provistos  de  linternas  emergió  de  la  casa  de  la  izquierda.  Abrieron  la  primera
      puerta  y  algunos  de  ellos  se  acercaron  al  puente.  El  aspecto  de  los  viajeros
      pareció amedrentarlos.
        —¡Acércate! —dijo Merry, que había reconocido a uno de los hobbits—. ¿No
      me reconoces, Hob Guardacercas? Soy yo, Merry Brandigamo, y me gustaría
      saber qué significa todo esto, y qué hace aquí un Gamuno como tú. Antes estabas
      en la Puerta del Cerco.
        —¡Misericordia!  ¡Si  es  el  señor  Merry,  y  en  uniforme  de  combate!  —
      exclamó  el  viejo  Hob—.  ¡Pero  cómo,  si  decían  que  estaba  muerto!
      Desaparecido en el Bosque Viejo, eso decían. ¡Me alegro de verlo vivo, de todos
      modos!
        —¡Entonces  acaba  de  mirarme  boquiabierto  espiando  entre  los  barrotes,  y
      abre la puerta! —dijo Merry.
        —Lo siento, señor Merry, pero tenemos órdenes.
        —¿Ordenes de quién?
        —Del Jefe, allá arriba, en Bolsón Cerrado.
        —¿Jefe? ¿Jefe? ¿Te refieres al señor Otho? —preguntó Frodo.
        —Supongo  que  sí,  señor  Bolsón;  pero  ahora  tenemos  que  decir  « el  Jefe» ,
      nada más.
        —¡De  veras!  —dijo  Frodo—.  Bueno,  me  alegro  al  menos  que  haya
      prescindido de Bolsón. Pero ya es hora de que la familia se encargue de él y lo
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