Page 1115 - El Señor de los Anillos
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con  una  buena  cantidad  de  equipaje,  pero  trotaba  junto  a  Sam  y  parecía
      satisfecho.
        —Me pregunto qué habrá querido insinuar el viejo Cebadilla —dijo Frodo.
        —Algo puedo imaginarme —dijo Sam, con aire sombrío—. Lo que vi en el
      Espejo: los árboles derribados y todo lo demás, y el viejo Tío echado de Bolsón
      de Tirada. Tendría que haber vuelto antes.
        —Y es evidente que algo anda mal en la Cuaderna del Sur —dijo Merry—.
      Hay una escasez general de hierba para pipa.
        —Sea lo que sea —dijo Pippin—, Otho ha de andar detrás de todo eso, puedes
      estar seguro.
        —Metido en eso, pero no detrás —dijo Gandalf—. Te olvidas de Saruman.
      Empezó a mostrar interés por la Comarca aun antes que Mordor.
        —Bueno, te tenemos con nosotros —dijo Merry—, así que las cosas pronto se
      aclararán.
        —Estoy ahora con vosotros —replicó Gandalf—, pero pronto no estaré. Yo no
      voy a la Comarca. Tendréis que deshacer vosotros mismos los entuertos: para eso
      habéis sido preparados. ¿No lo comprendéis aún? Mi tiempo ha pasado ya: no me
      incumbe a mí enderezar las cosas, ni ayudar a la gente a enderezarlas. En cuanto
      a vosotros,  mis  queridos  amigos,  no necesitaréis  ayuda.  Ahora  habéis crecido.
      Habéis  crecido  mucho  en  verdad:  estáis  entre  los  grandes,  y  no  temo  por  la
      suerte de ninguno de vosotros.
        » Pero si queréis saberlo, pronto me separaré de vosotros. Tendré una larga
      charla con Bombadil: una charla como no he tenido en todo mi tiempo. El ha
      juntado moho, y yo he sido una piedra condenada a rodar. Pero mis días de rodar
      están terminando, y ahora tendremos muchas cosas que decirnos.
      Al poco rato llegaron al punto del Camino del Este en que se habían despedido de
      Bombadil; y tenían la esperanza y casi la certeza de que lo verían allí de pie,
      esperándolos para saludarlos al pasar. Pero no lo vieron, y había una bruma gris
      sobre las Quebradas de los Túmulos en el sur, y un velo espeso que cubría el
      Bosque Viejo en lontananza. Se detuvieron y Frodo miró al sur con nostalgia.
        —Me gustaría tanto volver a ver al viejo amigo. Me pregunto cómo andará.
        —Tan  bien  como  siempre,  puedes  estar  seguro  —dijo  Gandalf—.  Muy
      tranquilo;  y  no  muy  interesado,  sospecho,  en  nada  de  cuanto  hemos  hecho  o
      visto,  salvo  tal  vez  nuestras  visitas  a  los  ents.  Quizás  en  algún  momento,  más
      adelante,  puedas  ir  a  verlo.  Pero  yo  en  vuestro  lugar  me  apresuraría,  o  no
      llegaréis al Puente del Brandivino antes que cierren las puertas.
        —Si no hay ninguna puerta —dijo Merry—, no en el camino; lo sabes muy
      bien. Está la Puerta de los Gamos, por supuesto; pero allí a mí me dejarán entrar
      a cualquier hora.
        —No había ninguna puerta, querrás decir —dijo Gandalf—. Creo que ahora
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