Page 1124 - El Señor de los Anillos
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Celdas a la rastra. Primero apresaron al viejo Pastelón, y al viejo Will Pieblanco,
      el  alcalde,  y  luego  a  muchos  más.  Y  en  los  últimos  tiempos  las  cosas  han
      empeorado. Ahora les pegan a menudo.
        —Entonces ¿por qué haces lo que ellos te ordenan? —le dijo Sam, indignado
      —. ¿Quién te mandó a Los Ranales?
        —Nadie. Vivimos aquí, en la Casa Grande de los Oficiales. Ahora somos el
      Primer  Pelotón  de  la  Cuaderna  del  Este.  Hay  centenares  de  Oficiales  de  la
      Comarca contándolos a todos, y todavía necesitan más, con las nuevas normas.
      La  mayor  parte  está  en  esto  contra  su  voluntad,  pero  no  todos.  Hasta  en  la
      Comarca  hay  gente  a  quien  le  gusta  meterse  en  los  asuntos  ajenos  y  darse
      importancia. Y todavía los hay peores: hay unos cuantos que hacen de espías,
      para el Jefe y para sus Hombres.
        —¡Ah! Fue así como se enteraron de nuestra llegada ¿no?
        —Justamente.  Nosotros  ya  no  tenemos  el  derecho  de  utilizarlo,  pero  ellos
      emplean el viejo Servicio Postal Rápido, y mantienen postas especiales en varios
      lugares. Uno de ellos llegó anoche de Surcos Blancos con un « mensaje secreto» ,
      y  otro  lo  llevó  desde  aquí.  Y  esta  tarde  se  recibió  un  mensaje  diciendo  que
      ustedes  tenían  que  ser  arrestados  y  conducidos  a  Delagua,  no  a  las  Celdas
      directamente. Por lo que parece, el Jefe quiere verlos cuanto antes.
        —No estará tan ansioso cuando el señor Frodo haya acabado con él —dijo
      Sam.
      La Casa de los Oficiales de la Comarca en Los Ranales les pareció tan sórdida
      como la del Puente. Era de ladrillos toscos y descoloridos, mal ensamblados, y
      tenía una sola planta, pero las mismas ventanas estrechas. Por dentro era húmeda
      e inhóspita, y la cena fue servida en una mesa larga y desnuda que no había sido
      fregada  en  varias  semanas.  Y  la  comida  no  merecía  un  marco  mejor.  Los
      viajeros  se  sintieron  felices  cuando  llegó  la  hora  de  abandonar  aquel  lugar.
      Estaban  a  unas  dieciocho  millas  de  Delagua,  y  a  las  diez  de  la  mañana  se
      pusieron en camino. Y habrían partido bastante más temprano si la tardanza no
      hubiese irritado tan visiblemente al jefe de los oficiales. El viento del oeste había
      cambiado y ahora soplaba del norte, y aunque el frío había recrudecido, ya no
      llovía.
        Fue una comitiva bastante cómica la que partió de la villa, si bien los contados
      habitantes que salieron a admirar el « atuendo»  de los viajeros no parecían estar
      muy  seguros  de  si  les  estaba  permitido  reírse.  Una  docena  de  Oficiales  de  la
      Comarca habían sido designados para escoltar a los « prisioneros» ; pero Merry
      los  obligó  a  caminar  delante,  y  Frodo  y  sus  amigos  los  siguieron  cabalgando.
      Merry,  Pippin  y  Sam,  sentados  a  sus  anchas,  iban  riéndose  y  charlando  y
      cantando, mientras los oficiales avanzaban solemnes, tratando de parecer severos
      e importantes. Frodo en cambio iba en silencio, y tenía un aire triste y pensativo.
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