Page 1121 - El Señor de los Anillos
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reparten, y la mayor parte de las cosas nunca las volvemos a ver.
        —¡Oh,  ya  basta!  —dijo  Pippin,  bostezando—.  Todo  esto  es  demasiado
      fatigoso para mí esta noche. Tenemos víveres en nuestros sacos. Danos sólo un
      cuarto donde echarnos a descansar. De todos modos, será mejor que muchos de
      los lugares que hemos conocido.
      Los  hobbits  de  la  puerta  todavía  parecían  inquietos,  pues  era  evidente  que  se
      estaba quebrantando  alguna  norma;  pero era  imposible  tratar  de  contradecir  a
      cuatro  viajeros  tan  autoritarios,  todos  armados  por  añadidura,  y  dos  de  ellos
      excepcionalmente  altos  y  fornidos.  Frodo  ordenó  que  volvieran  a  cerrar  las
      puertas.  De  todos  modos,  parecía  justificado  montar  guardia  mientras  hubiese
      bandidos  merodeando.  Los  cuatro  compañeros  entraron  en  la  casa  de  los
      guardianes  y  se  instalaron  lo  más  cómodamente  que  pudieron.  Era  desnuda  e
      inhóspita, con un hogar miserable en el que el fuego siempre se apagaba. En los
      cuartos de la planta alta había pequeñas hileras de camastros duros, y en cada
      una de las paredes un letrero y una lista de Normas. Pippin los arrancó de un
      tirón. No tenían cerveza y muy poca comida, pero los viajeros compartieron lo
      que  traían  y  todos  disfrutaron  de  una  cena  aceptable;  y  Pippin  quebrantó  la
      Norma  4  poniendo  en  el  hogar  la  mayor  parte  de  la  ración  de  leña  del  día
      siguiente.
        —Bueno  ¿qué  les  parece  si  fumamos  un  poco  mientras  nos  cuentan  las
      novedades de la Comarca? dijo.
        —No  hay  hierba  para  pipa  ahora  —dijo  Hob—;  y  la  que  hay,  se  la  han
      guardado los Hombres del Jefe. Todas las reservas parecen haber desaparecido.
      Lo que hemos oído es que carretones enteros de hierba partieron por el Camino
      Verde desde la Cuaderna del Sur, a través del Vado de Sarn. Eso fue al final del
      año  pasado,  después  de  la  partida  de  ustedes.  Pero  ya  antes  la  habían  estado
      sacando en secreto de la Comarca, en pequeñas cantidades. Ese Otho…
        —¡Cierra el pico, Hob Guardacercas! —gritaron varios hobbits—. Sabes que
      no  está  permitido  hablar  así.  El  Jefe  se  enterará,  y  todos  nos  veremos  en
      figurillas.
        —No tendría por qué enterarse de nada, si algunos de los presentes no fueran
      soplones replicó Hob, enfurecido.
        —¡Está bien, está bien! —dijo Sam—. Es suficiente. No quiero saber nada
      más. Ni bienvenida, ni cerveza, ni hierba para pipa, y un montón de normas y de
      cháchara digna de los orcos. Esperaba descansar, pero por lo que veo tenemos
      afanes y problemas por delante. ¡Vamos a dormir y olvidémonos de todo hasta
      mañana!
      Era evidente que el nuevo « Jefe»  tenía medios para enterarse de las novedades.
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