Page 1152 - El Señor de los Anillos
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—Y bien, señor Samsagaz —dijo—. Me han dicho, y veo, que has utilizado
      bien mi regalo. De ahora en adelante la Comarca será más que nunca amada y
      bienaventurada. —Sam se inclinó en una profunda reverencia, pero no supo qué
      decir. Había olvidado qué hermosa era la Dama Galadriel.
        Entonces Bilbo despertó y abrió los ojos.
        —¡Hola, Frodo! —dijo—. ¡Bueno, hoy le he ganado al Viejo Tuk! Así que eso
      está  arreglado.  Y  ahora  creo  estar  pronto  para  emprender  otro  viaje.  ¿Tú
      también vienes?
        —Sí, yo también voy —dijo Frodo—. Los Portadores del Anillo han de partir
      juntos.
        —¿A  dónde  va  usted,  mi  amo?  —gritó  Sam,  aunque  por  fin  había
      comprendido lo que estaba sucediendo.
        —A los Puertos, Sam —dijo Frodo.
        —Y yo no puedo ir.
        —No,  Sam.  No  todavía,  en  todo  caso;  no  más  allá  de  los  Puertos.  Aunque
      también llegará la hora, quizá. No te entristezcas demasiado, Sam. No siempre
      podrás estar partido en dos. Necesitarás sentirte sano y entero, por muchos años.
      Tienes tantas cosas de que disfrutar, tanto que vivir y tanto que hacer.
        —Pero —dijo Sam, mientras los ojos se le llenaban de lágrimas—, yo creía
      que también usted iba a disfrutar en la Comarca, años y años, después de todo lo
      que ha hecho.
        —También  yo  lo  creía,  en  un  tiempo.  Pero  he  sufrido  heridas  demasiado
      profundas, Sam. Intenté salvar la Comarca y la he salvado; pero no para mí. Así
      suele ocurrir, Sam, cuando las cosas están en peligro: alguien tiene que renunciar
      a ellas, perderlas, para que otros las conserven. Pero tú eres mi heredero: todo
      cuanto tengo y podría haber tenido te lo dejo a ti. Y además tienes a Rosa y a
      Elanor;  y  vendrán  también  el  pequeño  Frodo  y  la  pequeña  Rosa,  y  Merry,  y
      Rizos  de  Oro,  y  Pippin;  y  acaso  otros  que  no  alcanzo  a  ver.  Tus  manos  y  tu
      cabeza serán necesarios en todas partes. Serás el alcalde, naturalmente, por tanto
      tiempo como quieras serlo, y el jardinero más famoso de la historia; y leerás las
      páginas  del  Libro  Rojo,  y  perpetuarás  la  memoria  de  una  edad  ahora
      desaparecida, para que la gente recuerde siempre el Gran Peligro, y ame aún
      más entrañablemente el país bienamado. Y eso te mantendrá tan ocupado y tan
      feliz como es posible serlo, mientras continúe tu parte de la Historia.
        » ¡Y ahora ven, cabalga conmigo!
        Entonces Elrond y Galadriel prosiguieron la marcha; la Tercera Edad había
      terminado y los Días de los Anillos habían pasado para siempre, y así llegaba el
      fin de la historia y los cantos de aquellos tiempos. Y con ellos partían numerosos
      elfos de la Alta Estirpe que ya no querían habitar en la Tierra Media; y entre
      ellos,  colmado  de  una  tristeza  que  era  a  la  vez  venturosa  y  sin  amargura,
      cabalgaban Sam, y Frodo, y Bilbo; y los elfos los honraban complacidos.
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