Page 1148 - El Señor de los Anillos
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Bolsón Cerrado para la familia más numerosa que puedas desear.
      Y así todo quedó arreglado. Sam Gamyi se casó con Rosa Coto en la primavera
      de 1420 (año famoso también por el gran número de matrimonios), y fueron a
      vivir a Bolsón Cerrado. Y si Sam se creía favorecido por la suerte, Frodo sabía
      que él lo era todavía más: no había en la Comarca un hobbit que fuera cuidado
      con  tanto  celo  y  amor  como  él.  Cuando  todos  los  trabajos  de  reparación
      estuvieron  preparados  y  en  ejecución,  se  entregó  a  una  vida  tranquila,
      escribiendo mucho y releyendo todas sus notas. Renunció al cargo de Alcalde
      Suplente en la Feria Libre de mediados de aquel verano, y el viejo y entrañable
      Will Pieblanco pudo volver a presidir los Banquetes durante otros siete años.
        Merry  y  Pippin  vivieron  juntos  por  un  tiempo  en  Cricava,  y  hubo  un
      incesante  ir  y  venir  entre  Los  Gamos  y  Bolsón  Cerrado.  Las  canciones,  las
      historias y los modales de los jóvenes Viajeros, junto con las fiestas que daban a
      menudo eran muy populares en la Comarca. Los « Señoriles» , los llamaba la
      gente  con  la  mejor  intención,  pues  encendía  los  corazones  verlos  cabalgar
      ataviados  con  brillantes  cotas  de  malla,  y  escudos  resplandecientes,  riendo  y
      cantando canciones de países lejanos; y si ahora eran grandes y magníficos, en
      otros aspectos no habían cambiado nada, aunque eran sin duda más corteses, más
      joviales y más alegres que antes.
        Frodo y Sam, en cambio, adoptaron de nuevo la vestimenta ordinaria, y sólo
      cuando era necesario lucían los largos mantos grises, finamente tejidos, y sujetos
      al  cuello  con  hermosos  broches;  y  el  señor  Frodo  llevaba  siempre  una  joya
      blanca que pendía de una cadena, y con la que jugueteaba a menudo.
        Ahora  las  cosas  marchaban  bien,  con  la  constante  esperanza  de  que
      mejorarían más aún, y Sam vivía atareado y tan colmado de dicha como hasta
      un hobbit pudiera desear. Nada turbó para él la paz de aquel año, excepto una
      cierta preocupación por Frodo, que se había retirado poco a poco de todas las
      actividades de la Comarca. A Sam le apenaba que lo trataran con tan escasos
      honores en su propio país. Pocos eran los que conocían o deseaban conocer sus
      hazañas  y  aventuras;  la  admiración  y  el  respeto  de  todos  recaían  casi
      exclusivamente en el señor Meriadoc y en el señor Peregrin y (aunque esto Sam
      lo ignoraba) también en él. Y en el otoño apareció una sombra de los antiguos
      tormentos.
        Una noche Sam entró en el estudio y encontró a su amo muy extraño. Estaba
      palidísimo, con la mirada como perdida en cosas muy lejanas.
        —¿Qué le pasa, señor Frodo? —dijo Sam.
        —Estoy herido —respondió él—, herido; nunca curaré del todo.
        Pero luego se levantó y pareció que el malestar había desaparecido, y al otro
      día era de nuevo el Frodo de siempre. Sólo más tarde Sam reparó en la fecha:
      seis de octubre. Dos años antes, ese mismo día, se había hecho la oscuridad en la
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