Page 1149 - El Señor de los Anillos
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hondonada de la Cima de los Vientos.
      Pasó el tiempo y llegó el año 1421. Frodo volvió a caer enfermo en marzo, pero
      con un gran esfuerzo consiguió ocultarlo, porque Sam tenía otras cosas en qué
      pensar. El primer hijo de Sam y Rosita nació el veinticinco de marzo, una fecha
      que Sam anotó.
        —Y bien, señor Frodo —dijo—. Estoy en un aprieto. Rosa y yo habíamos
      decidido llamarlo Frodo, con el permiso de usted; pero no es él, es ella. Aunque
      es la niña más bonita que hayamos podido desear, porque afortunadamente se
      parece más a Rosa que a mí. De modo que no sabemos qué hacer.
        —Bueno, Sam —dijo Frodo— ¿qué tienen de malo las antiguas tradiciones?
      Elige un nombre de flor, como Rosa. La mitad de las niñas de la Comarca tienen
      nombres semejantes ¿y qué puede ser mejor?
        —Supongo que tiene usted razón, señor Frodo —dijo Sam—. He escuchado
      algunos nombres hermosos en mis viajes, pero se me ocurre que son demasiado
      sonoros para usarlos de entrecasa, por así decir. El Tío dice: "Escoge uno corto,
      así  no  tendrás  que  acortarlo  luego."  Pero  si  ha  de  ser  el  nombre  de  una  flor,
      entonces no me importa que sea largo: tiene que ser una flor hermosa, porque
      vea usted, señor Frodo, yo creo que es muy hermosa, y que va a ser mucho más
      hermosa todavía.
        Frodo pensó un momento.
        —Y bien, Sam, ¿qué te parece Elanor, la estrella-sol? ¿Recuerdas, la pequeña
      flor de oro que crecía en los prados de Lothlórien?
        —¡También ahora tiene razón, señor Frodo! —dijo Sam, maravillado—. Eso
      es lo que yo quería.
      La pequeña Elanor tenía casi seis meses, y 1421 había entrado ya en el otoño,
      cuando Frodo llamó a Sam al estudio.
        —El  jueves  será  el  cumpleaños  de  Bilbo,  Sam  —dijo—,  y  sobrepasará  al
      Viejo Tuk. ¡Cumplirá ciento treinta y un años!
        —¡Es verdad! —dijo Sam—. ¡Qué maravilla!
        —Pues  bien,  Sam,  me  gustaría  que  hablaras  con  Rosa  y  vieras  si  puede
      arreglarse  sin  ti,  y  entonces  podríamos  partir  juntos.  Claro,  ahora  no  puedes
      alejarte demasiado ni por mucho tiempo —dijo con cierta tristeza.
        —No, no en verdad, señor Frodo.
        —Claro  que  no.  Pero  no  importa;  podrías  acompañarme  un  trecho.  Dile  a
      Rosa  que  no  estarás  ausente  mucho  tiempo,  no  más  de  dos  semanas,  y  que
      regresarás sano y salvo.
        —Me gustaría tanto ir con usted a Rivendel, señor Frodo, y ver al señor Bilbo
      —dijo Sam—. Y sin embargo el único lugar en que realmente quiero estar es
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