Page 1146 - El Señor de los Anillos
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—¿Dónde? —dijo Sam.
        —Escoge  un  sitio  como  vivero  y  observa  qué  les  sucede  a  las  plantas  que
      están en él —dijo Merry.
        —Pero estoy seguro de que a la Dama no le gustaría que me lo quedara yo
      solo, para mi propio jardín, habiendo tanta gente que ha sufrido y lo necesita —
      dijo Sam.
        —Recurre a tu sagacidad y tus conocimientos, Sam —dijo Frodo—, y luego
      usa el regalo para ayudarte en tu trabajo y mejorarlo. Y úsalo con parsimonia.
      No hay mucho y me imagino que todas las partículas tienen valor.
        Entonces Sam plantó retoños en todos aquellos lugares en donde antes había
      árboles especialmente hermosos o queridos, y puso un grano del precioso polvo
      en  la  tierra,  junto  a  la  raíz.  Recorrió  la  Comarca,  a  lo  largo  y  a  lo  ancho,
      haciendo  este  trabajo,  y  si  prestaba  mayor  cuidado  a  Delagua  y  a  Hobbiton
      nadie se lo reprochaba. Y al terminar, descubrió que aún le quedaba un poco del
      polvo, y fue a la Piedra de las Tres Cuadernas, que es por así decir el centro de la
      Comarca, y lo arrojó al aire con su bendición. Y la pequeña almendra de plata,
      la  plantó  en  el  Campo  de  la  Fiesta,  allí  donde  antes  se  erguía  el  árbol;  y  se
      preguntó qué planta crecería. Durante todo el invierno esperó tan pacientemente
      como pudo, tratando de contenerse para no ir a ver a cada rato si algo ocurría.
        La  primavera  colmó  con  creces  las  más  locas  esperanzas  de  Sam.  En  su
      propio  jardín  los  árboles  comenzaron  a  brotar  y  a  crecer  como  si  el  tiempo
      mismo tuviese prisa y quisiera vivir veinte años en uno. En el Campo de la Fiesta
      despuntó un hermoso retoño: tenía la corteza plateada y hojas largas y se cubrió
      de flores doradas en abril. Era en verdad un mallorn, y la admiración de todos los
      vecinos. En años sucesivos, a medida que crecía en gracia y belleza, la fama del
      árbol se extendió por todos los confines de la Comarca y la gente hacía largos
      viajes para ir a verlo; el único mallorn al oeste de las Montañas y al este del Mar,
      y uno de los más hermosos del mundo.
        Desde todo punto de vista, 1420 fue en la Comarca un año maravilloso. No
      sólo hubo un sol esplendente y lluvias deliciosas, en los momentos oportunos y en
      proporciones perfectas; una atmósfera de riqueza y de prosperidad, una belleza
      radiante,  superior  a  la  de  esos  veranos  mortales  que  en  esta  Tierra  Media
      centellean un instante y se desvanecen. Todos los niños nacidos o concebidos en
      aquel  año,  y  fueron  muchos,  eran  hermosos  y  fuertes,  y  casi  todos  tenían
      abundantes  cabellos  dorados,  hasta  entonces  raros  entre  los  hobbits.  Hubo  tal
      cosecha de frutos que los hobbits jóvenes nadaban por así decir en fresas con
      crema; e iban luego a sentarse en los prados a la sombra de los ciruelos y comían
      hasta  que  los  huesos  de  las  frutas  se  apilaban  en  pequeñas  pirámides,  o  como
      cráneos  amontonados  por  un  conquistador,  y  así  continuaban.  Y  ninguno  se
      enfermaba, y todos estaban contentos, excepto aquellos que tenían que segar los
      pastos.
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