Page 1142 - El Señor de los Anillos
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—¡Serpiente! ¡Serpiente! —gritó Saruman; y de una de las cabañas vecinas,
      arrastrándose  como  un  perro,  salió  Lengua  de  Serpiente—.  ¡De  nuevo  a  los
      caminos, Serpiente! —dijo Saruman—. Estos delicados amigos y señoritos nos
      echan otra vez a los caminos. ¡Sígueme!
        Saruman se volvió como si fuera a partir, y Lengua de Serpiente lo siguió,
      arrastrándose.  Pero  en  el  momento  en  que  Saruman  pasaba  junto  a  Frodo  un
      puñal le centelleó en la mano, y lanzó una rápida estocada. La hoja rebotó contra
      la oculta cota de malla, y se quebró, con un golpe seco. Una docena de hobbits,
      con Sam a la cabeza, se abalanzaron con un grito y derribaron al villano.
        —¡No, Sam! —dijo Frodo—. No lo mates, ni aun ahora. No me ha herido. En
      todo caso, no deseo verlo morir de esta manera inicua. En un tiempo fue grande,
      de una noble raza, contra la que nunca nos hubiéramos atrevido a levantar las
      manos. Ha caído, y devolverle la paz y la salud no está a nuestro alcance; mas
      yo le perdonaría la vida, con la esperanza de que algún día pueda recobrarlas.
        Saruman  se  levantó  y  clavó  los  ojos  en  Frodo.  Tenía  una  mirada  extraña,
      mezcla de admiración, de respeto y de odio.
        —Has crecido, mediano —dijo—. Sí, has crecido mucho. Eres sabio y cruel.
      Me  has  privado  de  la  dulzura  de  mi  venganza,  y  en  adelante  mi  vida  será  un
      camino de amargura, sabiendo que la debo a tu clemencia. ¡La odio tanto como
      te odio a ti! Bien, me voy, y no te atormentaré más. Mas no esperes de mí que te
      desee salud y una vida larga. No tendrás ni una ni otra. Pero eso no es obra mía.
      Yo sólo te lo auguro.
        Se alejó, mientras los hobbits se apartaban para que pasase; pero los nudillos
      les palidecían al apretarlos sobre las armas. Lengua de Serpiente titubeó y luego
      siguió a su amo.
        —¡Lengua de Serpiente! —llamó Frodo—. No es preciso que lo sigas. Que yo
      sepa, tú no me has hecho ningún mal. Podrás tener reposo y alimento aquí, por
      algún tiempo, hasta que estés más fuerte y puedas seguir tu verdadero camino.
        Lengua  de  Serpiente  se  detuvo  y  se  volvió  a  mirarlo,  casi  decidido  a
      quedarse. Saruman dio media vuelta.
        —¿Ningún  mal?  —graznó—.  ¡Qué  esperanza!  Cuando  sale  de  noche
      furtivamente,  es  sólo  para  contemplar  las  estrellas.  Pero  ¿no  oí  preguntar  a
      alguien  dónde  estaba  escondido  el  pobre  Otho?  Tú  lo  sabes  ¿no  es  verdad,
      Serpiente? ¿Se lo vas a decir?
        Lengua de Serpiente se encogió y gimió:
        —¡No, no!
        —Entonces, yo se lo diré —dijo Saruman—. Serpiente mató a vuestro Jefe,
      mis pobres amiguitos, a vuestro buen pequeño patrón. ¿No es verdad, Serpiente?
      Lo  apuñaló  mientras  dormía,  creo.  Lo  enterró,  espero;  aunque  últimamente
      Serpiente  ha  pasado  mucha  hambre.  No,  Serpiente  no  es  bueno  en  realidad.
      Mejor será que lo dejéis en mis manos.
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