Page 1140 - El Señor de los Anillos
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sean  muchos  los  hobbits  que  se  han  convertido  en  esto.  Sería  una  desgracia
      mucho mayor que todos los males que han causado los hombres.
        —Eres un sucio y un insolente, Arenas —dijo Merry—. Y tus cálculos te han
      fallado. Justamente subíamos a la colina a desalojar a tu adorado Jefe. De sus
      hombres, ya hemos dado cuenta.
        Ted abrió la boca para responder, y quedó boquiabierto, porque acababa de
      ver la escolta que a una señal de Merry avanzaba por el puente. Entró como una
      flecha en el molino, y volvió a salir; traía un cuerno y lo sopló con fuerza.
        —¡Ahórrate  el  aliento!  —dijo  Merry  riendo—.  Yo  tengo  uno  mejor.  —Y
      levantando el cuerno de plata lanzó una llamada clara que resonó más allá de la
      colina; y de las cavernas y las cabañas y las deterioradas casas de Hobbiton, los
      hobbits  respondieron  y  se  volcaron  por  los  caminos,  y  entre  vivas  y
      aclamaciones alcanzaron a la comitiva y siguieron detrás de ella rumbo a Bolsón
      Cerrado.
        En lo alto del sendero todos se detuvieron, y Frodo y sus amigos siguieron
      solos: por fin llegaban a aquel lugar en un tiempo tan querido. En el jardín se
      apretaban las cabañas y cobertizos, algunos tan cercanos a las antiguas ventanas
      del lado oeste que no dejaban pasar un solo rayo de luz. Por todas partes había
      pilas  de  inmundicias.  La  puerta  estaba  cubierta  de  grietas  y  de  cicatrices;  la
      cadena  de  la  campanilla  se  bamboleaba,  suelta,  y  la  campanilla  no  sonaba.
      Golpearon,  pero  no  hubo  respuesta.  Por  último  empujaron,  y  la  puerta  cedió.
      Entraron.  La  casa  apestaba,  había  suciedad  y  desorden  por  doquier,  como  si
      hiciera algún tiempo que nadie vivía en ella.
      —¿Dónde  se  habrá  escondido  ese  miserable  de  Otho?  —dijo  Merry.  Habían
      buscado  en  todas  las  habitaciones,  sin  encontrar  a  ninguna  criatura  viviente,
      excepto ratas y ratones—. ¿Les pedimos a los otros que registren las barracas?
        —¡Esto es peor que Mordor! —dijo Sam—. Mucho peor, en un sentido. Duele
      en carne viva, como quien dice; pues es parte de nosotros y la recordamos como
      era antes.
        —Sí, esto es Mordor —dijo Frodo—. Una de sus obras. Saruman creía estar
      trabajando para él mismo, pero en realidad no hacía más que servir a Mordor. Y
      lo mismo hacían aquellos a quienes Saruman engañó, como Otho.
        Merry echó en torno una mirada de consternación y repugnancia.
        —¡Salgamos de aquí! —dijo—. De haber sabido todo el mal que ha causado,
      le habría cerrado el gaznate con mi tabaquera.
        —¡No lo dudo, no lo dudo! Pero no lo hiciste, de modo que ahora puedo darte
      la  bienvenida.  —De  pie,  en  la  puerta,  estaba  Saruman  en  persona,  bien
      alimentado y satisfecho de sí mismo. Los ojos le chisporroteaban, divertidos y
      maliciosos.
        La luz se hizo de súbito en la mente de Frodo.
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