Page 1137 - El Señor de los Anillos
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—Al parecer, allá arriba, en Bolsón Cerrado, no queda un solo rufián —dijo
      Coto—; pero la pandilla de El Cruce aparecerá de un momento a otro.
        Después  del  desayuno  llegó  un  mensajero,  que  había  venido  cabalgando
      desde Alforzada. Estaba de muy buen humor.
        —El Thain ha sublevado toda la campiña —dijo—, y la noticia corre como
      fuego en todas direcciones. Los bandidos que vigilaban nuestras tierras, los que
      escaparon con vida, han huido hacia el sur. Y el Thain ha salido a perseguirlos,
      manteniendo a raya al grueso de la banda; pero ha enviado de regreso al señor
      Peregrin con toda la gente de que pudo prescindir.
        La noticia siguiente fue menos favorable. Merry, que había pasado la noche
      afuera, llegó al galope a eso de las diez.
        —Hay  una  banda  numerosa  a  unas  cuatro  millas  de  distancia  —dijo—.
      Vienen desde El Cruce, pero muchos de los fugitivos se han unido a ellos. Son casi
      un centenar, e incendian todo lo que encuentran. ¡Malditos sean!
        —¡Ah! Estos no se van a detener a conversar, matarán, si pueden —dijo el
      granjero Coto—. Si los Tuk no llegan antes, lo mejor será que nos pongamos a
      cubierto y ataquemos sin discutir. Habrá un poco de lucha antes que se arregle
      todo esto, señor Frodo, es inevitable.
        Pero los Tuk llegaron antes. Aparecieron al poco rato, un centenar, y venían
      en formación, desde Alforzaburgo y las Colinas Verdes con Pippin a la cabeza.
      Merry contaba ya con una hobbitería fornida y lo bastante numerosa como para
      enfrentar a los bandidos. Los batidores informaron que la pandilla se mantenía
      unida. Sabían que la población rural en pleno se había sublevado, y no cabía duda
      de que venían decididos a sofocar sin miramientos el foco mismo de la rebelión,
      en Delagua. Pero por crueles y despiadados que fueran, no había entre ellos un
      jefe  experto  en  las  artes  de  la  guerra,  y  avanzaban  sin  tomar  precauciones.
      Merry elaboró rápidamente sus planes.
      Los  bandidos  llegaron  pisoteando  ruidosamente  por  el  Camino  del  Este,  y  sin
      detenerse  tomaron  el  Camino  de  Delagua,  que  por  un  trecho  trepaba  entre
      barrancas altas coronadas de setos bajos. Al doblar un recodo, a unas doscientas
      yardas del camino principal, se toparon con una poderosa barricada levantada
      con viejos carretones puestos boca abajo. Tuvieron que detenerse. En el mismo
      momento se dieron cuenta de que los setos que flanqueaban el camino por ambos
      lados estaban atestados de hobbits. Y detrás de ellos, varios hobbits empujaban
      otros carretones que habían mantenido ocultos en un campo, cerrándoles de este
      modo la salida. Una voz habló desde lo alto:
        —Y bien, han caído en una trampa —dijo Merry—. Lo mismo les sucedió a
      los  bandidos  de  Hobbiton,  y  uno  ha  muerto  y  los  restantes  están  prisioneros.
      ¡Depongan las armas! Luego retrocederán veinte pasos y se sentarán en el suelo.
      Cualquiera que intente escapar será hombre muerto.
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