Page 1134 - El Señor de los Anillos
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que esté mejor alimentado que algunos de esos pobres infelices. Todo contra las
      Normas,  por  supuesto.  Lo  habría  alojado  en  mi  casa,  pero  eso  no  estaba
      permitido.
        —Se  lo  agradezco  de  todo  corazón  señor  Coto,  y  nunca  lo  olvidaré  —dijo
      Sam. Pero quiero verlo. El Jefe, y ese tal Zarquino, por lo que decían, podrían
      hacer algún desaguisado allá arriba, antes de la mañana.
        —Está  bien,  Sam  —dijo  Coto—.  Llévate  a  un  par  de  mozalbetes,  y  ve  a
      buscarlo  y  tráelo  a  mi  casa.  No  necesitarás  acercarte  a  la  vieja  aldea  de
      Hobbiton en Delagua. Mi Alegre te indicará el camino.
      Sam  partió.  Merry  puso  unos  centinelas  alrededor  de  la  aldea  y  junto  a  las
      barreras  durante  la  noche.  Luego  fue  con  Frodo  a  casa  del  granjero  Coto.  Se
      sentaron con la familia en la caldeada cocina, y los Coto, por pura cortesía, les
      hicieron unas pocas preguntas sobre los viajes que habían hecho, pero en verdad
      casi  no  escuchaban  las  respuestas:  les  interesaba  mucho  más  lo  que  estaba
      aconteciendo en la Comarca.
        —Todo empezó con Granujo, como nosotros lo llamamos —dijo el viejo Coto
      —,  y  empezó  apenas  se  fueron  ustedes,  señor  Frodo.  Tenía  ideas  raras,  el
      Granujo.  Quería  ser  el  dueño  de  todo,  y  mandar  a  todo  el  mundo.  Pronto  se
      descubrió  que  ya  tenía  más  de  lo  que  era  bueno  para  él;  y  continuaba
      acumulando  más  y  más,  aunque  de  dónde  sacaba  el  dinero  era  un  misterio:
      molinos  y  campos  de  cebada,  y  tabernas  y  granjas,  y  plantaciones  de  hierba
      para pipa. Ya antes de venir a vivir a Bolsón Cerrado había comprado el Molino
      de Arenas, según parece.
        » Naturalmente, comenzó con las propiedades que le había dejado el padre
      en  la  Cuaderna  del  Sur;  y  parece  que  desde  hacía  un  par  de  años  estaba
      vendiendo grandes partidas que sacaba en secreto de la Comarca. Pero a fines
      del año pasado se atrevió a mandar carretones enteros, y no sólo de hierba. Los
      víveres  comenzaron  a  escasear  y  el  invierno  se  acercaba.  La  gente  estaba
      furiosa,  pero  él  sabía  cómo  responder.  Y  empezaron  a  llegar  hombres  y  más
      hombres, bandidos casi todos y algunos se llevaban las cosas en grandes carretas,
      y otros se quedaban. Y seguían llegando y llegando, y antes que nos diéramos
      cuenta  de  lo  que  pasaba,  los  teníamos  instalados  aquí  y  allá,  y  por  toda  la
      Comarca, y talaban los árboles y hacían excavaciones y construían cobertizos y
      casas  donde  y  como  se  les  antojaba.  Al  principio,  Granujo  pagaba  las
      mercancías  y  los  daños;  pero  al  poco  tiempo  los  hombres  empezaron  a  darse
      aires y a apropiarse de todo lo que querían.
        » En ese entonces hubo algún descontento, pero no suficiente. El viejo Will, el
      alcalde, marchó a Bolsón Cerrado, a protestar, pero nunca llegó a destino. Los
      bandidos le echaron mano y se lo llevaron y lo encerraron en una covacha en
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