Page 1131 - El Señor de los Anillos
P. 1131

se plegó a la revuelta. Los otros huyeron furtivamente.
        Sam encontró a Frodo y sus amigos junto al fuego discurriendo con el viejo
      Tom Coto, y rodeados de una multitud de gente de Delagua que los miraba con
      admiración.
        —Y bien, ¿cuál es el próximo movimiento? —dijo el granjero Coto.
        —No sé decirlo —respondió Frodo—, hasta tanto no tenga más información.
      ¿Cuántos son los bandidos?
        —Es  difícil  saberlo  —dijo  Coto—.  Andan  siempre  aquí  y  allá,  yendo  y
      viniendo.  A  veces  hay  cincuenta  en  las  barracas,  allá  en  lo  alto  del  camino  a
      Hobbiton; pero salen de correrías, a robar y a « recolectar» , como ellos dicen.
      De todos modos, rara vez hay menos de una veintena alrededor del Jefe, como lo
      llaman. Y él está en Bolsón Cerrado, o estaba, pero ya no sale. En realidad, nadie
      lo ha visto desde hace unas dos semanas: pero los hombres no dejan que nadie se
      acerque.
        —Pero Hobbiton no es el único lugar en que están acuartelados ¿no? —dijo
      Pippin.
        —No, para colmo de males —dijo Coto—. Hay un buen puñado allá abajo,
      en  el  sur,  en  Valle  Largo,  y  cerca  del  Vado  de  Sarn,  dicen;  y  algunos  más
      escondidos en Bosque Cerrado; y han construido barracas en El Cruce. Y están
      las Celdas Agujeros, como ellos las llaman: los viejos almacenes subterráneos en
      Cavada  Grande,  que  han  transformado  en  prisiones  para  los  que  se  atreven  a
      enfrentarlos.  Sin  embargo  estimo  que  no  hay  más  de  trescientos  en  toda  la
      Comarca, y tal vez menos. Podemos dominarlos, si nos mantenemos unidos.
        —¿Tienen armas? —preguntó Merry.
        —Látigos, cuchillos y garrotes, suficiente para el sucio trabajo que hacen; al
      menos eso es lo que han mostrado hasta ahora —dijo Coto—. Pero sospecho que
      sacarán a relucir otras, en caso de lucha. De todos modos, algunos tienen arcos.
      Han matado a uno o dos de los nuestros.
        —¡Ya  ves,  Frodo!  —dijo  Merry—.  Sabía  que  tendríamos  que  combatir.
      Bueno, ellos empezaron la matanza.
        —No  exactamente  —dijo  Coto—.  O  en  todo  caso  no  fueron  ellos  los  que
      empezaron con las flechas. Los Tuk empezaron. Se da cuenta, señor Peregrin, el
      padre de usted nunca lo pudo tragar al tal Otho, desde el principio; decía que si
      alguien tenía derecho a darse aires de jefe a esta hora del día era el propio Thain
      de la Comarca y no ningún advenedizo. Y cuando Otho le mandó a los hombres,
      no  hubo  modo  de  convencerlo.  Los  Tuk  son  afortunados,  ellos  tienen  esas
      cavernas profundas allá en las Colinas Verdes, los Grandes Smials y todo eso, y
      los  bandidos  no  pueden  llegar  hasta  allí;  y  los  Tuk  no  los  dejan  entrar  en  sus
      tierras.  Si  se  atreven  a  hacerlo,  los  persiguen.  Los  Tuk  mataron  a  tres  que
      andaban robando y merodeando. Desde entonces los bandidos se volvieron más
      feroces. Y ahora vigilan de cerca las tierras de los Tuk. Ya nadie entra ni sale allí.
   1126   1127   1128   1129   1130   1131   1132   1133   1134   1135   1136