Page 1130 - El Señor de los Anillos
P. 1130
¡Tenemos que estar allí!
—Pero… ¿y la señora Coto, y Rosita? —dijo Sam—. No es prudente dejarlas
solas.
—Mi Nibs está con ellas. Pero puedes ir y ayudarlo, si tienes ganas —dijo el
granjero Coto con una sonrisa. Y él y sus hijos partieron a todo correr hacia la
aldea.
Sam se apresuró a entrar en la casa. En el escalón más alto del fondo del
patio, la señora Coto y Rosita estaban de pie junto a la gran puerta redonda, y
Nibs aguardaba frente a ellas, blandiendo una horquilla para el heno.
—¡Soy yo! —anunció Sam, todavía trotando—. ¡Sam Gamyi! Así que no
trates de ensartarme, Nibs. De todos modos llevo puesta una cota de malla. —Se
apeó del poney de un salto y trepó los escalones. Los Coto lo observaron en
silencio—. ¡Buenas noches, señora Coto! —dijo Sam—. ¡Hola, Rosita!
—¡Hola, Sam! —dijo Rosita—. ¿Por dónde has andado? Decían que habías
muerto; pero yo te he estado esperando desde la primavera. Tú no tenías mucha
prisa ¿no es cierto?
—Tal vez no —respondió Sam, sonrojándose—. Pero ahora sí la tengo. Nos
estamos ocupando de los bandidos y tengo que volver con el señor Frodo. Pero
quise venir a echar un vistazo, a ver cómo andaba la señora Coto; y tú, Rosita.
—Andamos bien, gracias —dijo la señora Coto—. O al menos andaríamos
bien si no fuese por esos rufianes ladrones.
—¡Bueno, vete! —dijo Rosita—. Si has estado cuidando al señor Frodo todo
este tiempo ¿cómo se te ocurre dejarlo solo ahora, justo cuando las cosas se
ponen más difíciles?
Aquello fue demasiado para Sam. O necesitaba una semana para contestarle,
o no le decía nada. Bajó los escalones y volvió a montar el poney. Pero en el
momento en que se disponía a partir, Rosita llegó, corriendo.
—¡Luces muy bien, Sam! —dijo—. ¡Vete, ahora! ¡Pero cuídate y vuelve
cuando hayas arreglado cuentas con los bandidos!
Sam regresó y encontró en pie a toda la villa. Además de numerosos
muchachos más jóvenes, ya se habían reunido más de un centenar de hobbits
fornidos provistos de hachas, martillos pesados, cuchillos largos y gruesos
bastones; y algunos llevaban arcos de caza. Y continuaban llegando otros de las
granjas vecinas.
Algunos de los aldeanos habían encendido una gran hoguera, sólo para
animar la velada, y porque era además una de las cosas prohibidas por el Jefe.
Las llamas trepaban cada vez más brillantes a medida que avanzaba la noche.
Otros, a las órdenes de Merry, estaban levantando barricadas a través del
camino, a la entrada y a la salida de la aldea. Cuando los Oficiales de la
Comarca se toparon con la primera barricada, quedaron estupefactos; pero tan
pronto como vieron que las cosas pintaban mal, la mayoría se quitó las plumas y