Page 1145 - El Señor de los Anillos
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situación  lo  requiere  y  si  se  sienten  bien  dispuestos.  Ahora  había  millares  de
      manos  voluntarias  de  todas  las  edades,  desde  las  pequeñas  pero  ágiles  de  los
      jóvenes y las muchachas hasta las arrugadas y callosas de los viejos y aun de las
      abuelas. Para el Año Nuevo no quedaba en pie ni un solo ladrillo de las Casas de
      los Oficiales, ni de ningún edificio construido por los « Hombres de Zarquino» ;
      pero  los  ladrillos  fueron  todos  empleados  en  reparar  numerosas  cavernas
      antiguas,  a  fin  de  hacerlas  más  secas  y  confortables.  Se  encontraron  grandes
      cantidades de provisiones, y víveres, y cerveza que los rufianes habían escondido
      en  cobertizos  y  graneros  y  en  cavernas  abandonadas,  especialmente  en  los
      túneles de Cavada Grande y en las viejas canteras de Scary. Y así, en las fiestas
      de aquel Fin de Año hubo una alegría que nadie había esperado.
        Una de las primeras tareas que se llevaron a cabo en Hobbiton, antes aún de
      la demolición del molino nuevo, fue la limpieza de la colina y de Bolsón Cerrado,
      y la restauración de Bolsón de Tirada. El frente del nuevo arenal fue nivelado y
      transformado en un gran jardín cubierto, y en la parte meridional de la colina
      excavaron nuevas cavernas y las revistieron de ladrillos. La Número Tres le fue
      restituida al Tío, quien solía decir, sin preocuparse de quiénes pudieran oírlo:
        —Es viento malo aquel que no trae bien a nadie, como siempre he dicho, y es
      bueno lo que termina mejor.
        Hubo algunas discusiones a propósito del nombre que le pondrían a la nueva
      calle. Algunos propusieron Jardines de la Batalla, otros Smials Mejores. Pero al
      cabo, con el buen sentido propio de los hobbits, le pusieron simplemente Tirada
      Nueva. Y no era más que una broma al gusto de Delagua el referirse a ella con
      el nombre de Terminal de Zarquino.
      La pérdida más grave y dolorosa eran los árboles, pues por orden de Zarquino
      todos habían sido talados sin piedad a lo largo y a lo ancho de la Comarca; y eso
      era lo que más afligía a Sam. Sobre todo porque llevaría largo tiempo curar las
      heridas, y sólo sus bisnietos verían alguna vez la Comarca como había sido en los
      buenos tiempos.
        De pronto un día (porque había estado demasiado ocupado durante semanas
      enteras para dedicar algún pensamiento a sus aventuras), se acordó del don de
      Galadriel. Sacó la cajita y la mostró a los otros Viajeros (porque así los llamaban
      ahora a todos) y les pidió consejo.
        —Me  preguntaba  cuándo  lo  recordarías  —dijo  Frodo—.  ¡Ábrela!  Estaba
      llena de un polvo gris, suave y fino, y en el medio había una semilla, como una
      almendra pequeña de cápsula plateada.
        —¿Qué puedo hacer con esto? —dijo Sam.
        —¡Echa el polvo al aire en un día de viento y deja que él haga el trabajo! —
      dijo Pippin.
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