Page 163 - El Señor de los Anillos
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es fácil hablar con hobbits que van cabalgando, cuando uno tiene que trotar a pie
junto a ellos.
Los hobbits se sintieron muy contentos oyendo esto, y le dieron las gracias a
Tom muchas veces, pero él se rió y dijo que ellos tenían tanta habilidad para
perderse que no se sentiría feliz hasta que los viera a salvo más allá de los límites
de su dominio.
—Tengo cosas que hacer —les dijo—. Mis composiciones y mi canto, mis
discursos y mis paseos y la vigilancia de mis tierras. Tom no puede estar siempre
cerca para abrir puertas y hendiduras de sauces. Tom tiene que cuidar la casa y
Baya de Oro espera.
Era todavía bastante temprano, entre las nueve y las diez de la mañana, y los
hobbits empezaron a pensar en la comida. La última vez que habían probado
alimento había sido el almuerzo del día anterior, junto a la piedra erecta.
Desayunaron ahora el resto de las provisiones de Tom, destinadas a la cena, con
agregados que Tom había traído consigo. No fue una comida abundante
(considerando los hábitos de los hobbits y las circunstancias), pero se sintieron
mucho mejor. Mientras comían, Tom subió al montículo y examinó los tesoros.
Dispuso la mayor parte en una pila que brillaba y relumbraba sobre la hierba.
Les pidió que los dejaran allí, « para cualquiera que los encontrara, pájaros,
bestias, elfos y hombres y todas las criaturas bondadosas» ; pues así se rompería
el maleficio del túmulo y ningún Tumulario volvería a ese sitio. Eligió para sí
mismo un broche adornado con piedras azules de muchos reflejos, como flores
de lino o alas de mariposas azules. Lo miró largamente, como si le recordase
algo, moviendo la cabeza, y al fin dijo:
—¡He aquí un hermoso juguete para Tom y su dama! Hermosa era quien lo
llevó en el hombro, mucho tiempo atrás. Baya de Oro lo llevará ahora, ¡y no
olvidaremos a la otra! Para cada uno de los hobbits eligió una daga, larga y
afilada como una brizna de hierba, de maravillosa orfebrería, tallada con figuras
de serpientes doradas y rojas. Las dagas centellearon cuando las sacó de las
vainas negras, de algún raro metal fuerte y liviano y con incrustaciones de
piedras refulgentes. Ya fuese por alguna virtud de estas vainas o por el hechizo
que pesaba en el túmulo, parecía que las hojas no hubiesen sido tocadas por el
tiempo; sin manchas de herrumbre, afiladas, brillantes al sol.
—Los viejos puñales son bastante largos para los hobbits, y pueden llevarlos
como espadas —dijo Tom—. Las hojas afiladas son convenientes si la gente de la
Comarca camina hacia el este, el sur o lejos en la oscuridad y el peligro.
Luego les dijo que estas hojas habían sido forjadas mucho tiempo atrás por
los hombres de Oesternesse; eran enemigos del Señor Oscuro, pero habían sido
vencidos por el malvado rey de Carn Dûm en la Tierra de Angmar.
—Muy pocos los recuerdan —murmuró Tom—, pero algunos andan todavía