Page 162 - El Señor de los Anillos
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¡Eh, ahora! ¡Ven, ahora! ¿Por dónde vas ahora?
       ¿Arriba, abajo, cerca, lejos, aquí, allí, o más allá?
       ¡Oreja-Fina, Nariz-Aguda, Cola-Viva y Rocino,
       mi amigo Medias Blancas, mi Gordo Terronillo!
        Así cantaba, corriendo, echando el sombrero al aire y recogiéndolo otra vez,
      hasta  que  desapareció  detrás  de  una  elevación  del  terreno;  pero  durante  un
      tiempo los ¡eh, ahora! ¡ven, ahora! les llegaron traídos por el viento, que soplaba
      del sur.

      El aire era de nuevo muy caliente. Los hobbits corrieron un rato por la hierba,
      como Tom les había dicho. Luego se tendieron al sol con el deleite de quienes han
      pasado de pronto de un crudo invierno a un clima agradable, o de las gentes que
      luego  de  haber  guardado  cama  mucho  tiempo,  despiertan  una  mañana
      descubriendo  que  se  sienten  inesperadamente  bien  y  que  el  día  está  otra  vez
      colmado de promesas.
        Cuando Tom regresó se sentían ya fuertes (y hambrientos). Tom reapareció
      y lo primero que se vio fue el sombrero, sobre la cresta de la colina y detrás de
      él,  y  en  fila  obediente,  seis  poneys:  los  cinco  de  ellos  y  uno  más.  El  último,
      obviamente, era el viejo Gordo Terronillo: más grande, fuerte, gordo (y viejo)
      que los poneys de los hobbits. Merry, a quien pertenecían los otros, no les había
      dado en verdad tales nombres, pero desde entonces respondieron siempre a los
      nombres que Tom les había asignado. Tom los llamó uno por uno y los poneys
      treparon la cuesta y esperaron en fila. Luego Tom se inclinó ante los hobbits.
        —¡Aquí  están  vuestros  poneys!  —dijo—.  Tienen  más  sentido  (de  algún
      modo)  que  vosotros  mismos,  hobbits  vagabundos;  más  sentido  del  olfato.  Pues
      husmean de lejos el peligro en que vosotros os metéis directamente; y si corren
      para  salvarse,  corren  en  la  dirección  correcta.  Tenéis  que  perdonarlos,  pues
      aunque  fieles  de  corazón,  no  están  hechos  para  enfrentar  el  terror  de  los
      Tumularios. ¡Mirad, aquí están de nuevo, la carga completa!
        Merry, Sam y Pippin se vistieron con ropas de repuesto, que sacaron de los
      paquetes; y pronto sintieron demasiado calor, pues tuvieron que ponerse las cosas
      más gruesas y abrigadas, que habían traído para protegerse del invierno próximo.
        —¿De dónde viene ese otro viejo animal, ese Gordo Terronillo? —preguntó
      Frodo.
        —Es mío —dijo Tom—. Mi amigo cuadrúpedo; aunque lo monto poco y anda
      libre por las lomas y a veces se va lejos. Cuando vuestros poneys estaban en mi
      casa, conocieron allí a mi Terronillo; lo olfatearon en la noche y corrieron rápidos
      a  buscarlo.  Pensé  que  él  los  buscaría  y  que  les  sacaría  todo  el  miedo,  con
      palabras  sabias.  Pero  ahora,  mi  bravo  Terronillo,  el  viejo  Tom  va  a  montarte.
      ¡Eh! Irá con vosotros sólo para poneros en camino y necesita un poney. Pues no
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