Page 164 - El Señor de los Anillos
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por el mundo, hijos de reyes olvidados que marchan en soledad, protegiendo del
      mal a los incautos.
        Los  hobbits  no  entendieron  estas  palabras,  pero  mientras  Tom  hablaba
      tuvieron una visión, una vasta extensión de años que había quedado atrás, como
      una inmensa llanura sombría cruzada a grandes trancos por formas de hombres,
      altos y torvos, armados con espadas brillantes; y el último llevaba una estrella en
      la frente. Luego la visión se desvaneció y se encontraron de nuevo en el mundo
      soleado.  Era  hora  de  reiniciar  la  marcha.  Se  prepararon,  empaquetando  y
      cargando los poneys. Las nuevas armas las colgaron de los cinturones de cuero
      bajo las chaquetas, encontrándolas muy incómodas y preguntándose si servirían
      de algo. Ninguno de ellos había considerado hasta entonces la posibilidad de un
      combate, entre las aventuras que les estaban destinadas en esta huida.
      Partieron al fin. Llevaron los poneys loma abajo, y pronto montaron y trotaron
      rápidamente a lo largo del valle. Dándose vuelta, vieron la cima del viejo túmulo
      sobre la loma y el reflejo del sol en el oro se alzaba como una llama amarilla.
      Luego bordearon una saliente de las Quebradas y ya no vieron más la loma.
        Aunque  Frodo  miraba  a  un  lado  y  a  otro  no  vio  en  ninguna  parte  aquellas
      grandes  piedras  que  se  levantaban  como  una  puerta,  y  poco  tiempo  después
      llegaban  a  la  abertura  del  norte  y  la  franqueaban  rápidamente.  El  terreno
      descendía ahora. Era un buen viaje, con Tom Bombadil que trotaba alegremente
      al  lado,  o  delante,  montado  en  Gordo  Terronillo,  capaz  de  moverse  con  una
      rapidez  que  no  se  hubiera  esperado  de  él,  dado  su  volumen.  Tom  cantaba  la
      mayor parte del tiempo, pero sobre todo cosas que no tenían sentido, o quizás en
      una  lengua  extranjera  que  los  hobbits  no  conocían,  una  lengua  antigua  con
      palabras que eran casi todas de alegría y maravilla.
        Avanzaban a paso firme, pero pronto advirtieron que el Camino estaba más
      lejos  de  lo  que  habían  imaginado.  Aun  sin  niebla,  la  siesta  del  mediodía  les
      hubiera impedido llegar allí antes de la caída de la noche, el día anterior. La línea
      oscura que habían visto no era una línea de árboles, sino una línea de matorrales
      que crecían al borde de una fosa profunda con una pared escarpada del otro lado.
      Tom  comentó  que  había  sido  la  frontera  de  un  reino,  pero  en  tiempos  muy
      lejanos. Pareció que le recordaba algo triste y no dijo mucho.
        Bajaron a la fosa y subieron trabajosamente pasando por una abertura en la
      pared y luego Tom se volvió hacia el norte, pues habían estado desviándose un
      poco  hacia  el  oeste.  El  terreno  era  abierto  y  bastante  llano  y  apresuraron  la
      marcha, aunque el sol ya estaba poniéndose cuando vieron delante una línea de
      árboles  y  supieron  que  habían  llegado  de  vuelta  al  camino,  luego  de  muchas
      inesperadas aventuras. Recorrieron al galope las últimas millas y se detuvieron a
      la  sombra  alargada  de  los  árboles.  Estaban  en  la  cima  de  una  pendiente  y  el
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