Page 169 - El Señor de los Anillos
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de las montañas.
La noche había caído y unas estrellas blancas brillaban en el cielo cuando Frodo
y sus compañeros llegaron al fin al cruce del Camino Verde, ya cerca de la
aldea. Avanzaron hacia la Puerta del Este y la encontraron cerrada, pero un
hombre estaba sentado frente a la casita, del otro lado de la cerca. El hombre se
incorporó de un salto, alcanzó una linterna y los miró por encima de la puerta de
trancas, sorprendido.
—¿Qué quieren y de dónde vienen? —preguntó con tono áspero.
—Buscamos la posada —respondió Frodo—. Vamos hacia el oeste y no
podemos ir más lejos esta noche.
—¡Hobbits! ¡Cuatro hobbits! Y lo que es más, de la Comarca, según parece
por el acento —dijo el guardián a media voz y como hablándose a sí mismo.
Los examinó un momento con aire sombrío y luego abrió lentamente la
puerta y los dejó entrar.
—No vemos a menudo gente de la Comarca cabalgando por el camino de
noche —prosiguió diciendo mientras los hobbits hacían un alto junto a la
empalizada—. ¿Me excusarán si les pregunto qué los lleva al este de Bree?
¿Cómo se llaman, si me permiten?
—Nuestros nombres y asuntos son cosa nuestra y éste no parece un buen
lugar para discutirlo —dijo Frodo a quien no le gustaba el aspecto del hombre ni
el tono de su voz.
—De acuerdo —dijo el hombre—, pero mi obligación es preguntar, después
de la caída de la noche.
—Somos hobbits de Los Gamos. Nos gusta viajar y queremos descansar en la
posada de aquí —dijo Merry—. Soy el señor Brandigamo. ¿Le basta eso? En otro
tiempo la gente de Bree trataba cortésmente a los viajeros, o así he oído.
—¡Muy bien! ¡Muy bien! —dijo el hombre—. No quise ofenderlos. Pronto
sabrán quizá que no sólo el viejo Herry de la puerta es quien hace preguntas.
Hay gente rara por aquí. Si van al Poney descubrirán que no son los únicos
huéspedes.
Les deseó buenas noches y no dijo más; pero Frodo alcanzó a ver a la luz de
la linterna que el hombre no dejaba de mirarlos. Le alegró oír el golpe de la
puerta que se cerraba detrás de ellos, mientras avanzaban. Se preguntó por qué el
hombre parecía tan suspicaz y si alguien no habría estado pidiendo noticias de un
grupo de hobbits. ¿Gandalf quizá? Tenía tiempo de haber llegado, mientras ellos
se demoraban en el bosque y las Quebradas. Pero había habido algo en la mirada
y la voz del guardián que lo había inquietado.
El hombre se quedó observando a los hobbits un momento y luego entró en la
casa. Tan pronto como volvió la espalda, una figura oscura saltó rápidamente la
empalizada y se perdió en las sombras de la calle.