Page 171 - El Señor de los Anillos
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¿Es usted el señor Mantecona?
        —¡Sí, señor! Cebadilla es mi nombre. ¡Cebadilla Mantecona para servirlos!
      Vienen  de  la  Comarca,  ¿eh?  —dijo,  y  de  pronto  se  palmeó  la  frente,  como
      tratando  de  recordar—.  ¡Hobbits!  —exclamó—.  ¿Qué  me  recuerda  esto?
      ¿Pueden decirme cómo se llaman ustedes, señor?
        —El señor Tuk y el señor Brandigamo —dijo Frodo— y este es Sam Gamyi.
      Mi nombre es Sotomonte.
        —¡Ya recuerdo! —dijo Mantecona chasqueando los dedos—. No, se me fue
      otra vez. Pero volverá, cuando tenga un rato para pensarlo. No me alcanzan las
      manos, pero veré qué puedo hacer por ustedes. La gente de la Comarca no viene
      aquí muy a menudo y lamentaría no poder atenderlos. Pero esta noche ya hay
      una multitud en la casa, como no la ha habido desde tiempo atrás. Nunca llueve
      pero  diluvia,  como  decimos  en  Bree.  ¡Eh!  ¡Nob!  —gritó—.  ¿Dónde  estás,
      camastrón de pies lanudos? ¡Nob!
        —¡Voy, señor! ¡Voy!
        Un hobbit de cara risueña emergió de una puerta, y viendo a los viajeros se
      detuvo y se quedó mirándolos con mucho interés.
        —¿Dónde  está  Bob?  —preguntó  el  posadero—.  ¿No  lo  sabes?  ¡Bueno,
      búscalo! ¡Rápido! ¡No tengo seis piernas, ni tampoco seis ojos! Dile a Bob que
      hay cinco poneys para llevar al establo. Que les encuentre sitio.
        Nob se alejó al trote, mostrando los dientes y guiando los ojos.
        —Bien, ¿qué iba a decirles? —dijo el señor Mantecona, golpeándose la frente
      con  las  puntas  de  los  dedos—.  Un  clavo  saca  a  otro,  como  se  dice.  Estoy  tan
      ocupado esta noche que la cabeza me da vueltas. Hay un grupo que vino anoche
      del  sur  por  el  Camino  Verde  y  esto  es  ya  bastante  raro.  Luego  una  tropa  de
      enanos que va al oeste y llegó esta tarde. Y ahora ustedes. Si no fueran hobbits
      dudo que pudiera alojarlos. Pero tenemos un cuarto o dos en el ala norte, hechos
      especialmente para hobbits cuando construyeron la casa. En la planta baja, como
      prefieren ellos, con ventanas redondas y todo lo que les gusta. Creo que estarán
      ustedes cómodos. Querrán cenar, sin duda. Tan pronto como sea posible. ¡Por
      aquí ahora!
        Los llevó un trecho a lo largo del pasillo y abrió una puerta.
        —He  aquí  una  hermosa  salita  —dijo—.  Espero  que  les  convenga.
      Perdónenme  ahora.  Estoy  tan  ocupado.  No  me  sobra  tiempo  ni  para  charla.
      Tengo que irme. Estoy siempre corriendo de un lado a otro, pero no adelgazo.
      Los veré más tarde. Si necesitan algo, toquen la campanilla y vendrá Nob. Si no
      viene, ¡toquen y griten!
        El hombre se fue dejándolos casi sin aliento. Parecía capaz de derramar un
      torrente interminable de charla, por más ocupado que estuviera. Se encontraban
      a  la  sazón  en  un  cuarto  pequeño  y  agradable.  Un  fuego  ardía  en  el  hogar  y
      enfrente habían dispuesto unas sillas bajas y cómodas. Había también una mesa
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