Page 175 - El Señor de los Anillos
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señor… Sotomonte, si el viejo Mantecona ha oído bien el nombre de usted.
—Ha oído bien —dijo Frodo tiesamente.
No se sentía nada cómodo bajo la mirada de aquellos ojos penetrantes.
—Bien, señor Sotomonte —dijo Trancos—, si yo fuera usted, trataría de que
esos jóvenes amigos no hablaran demasiado. La bebida, el fuego y los conocidos
casuales son bastante agradables, pero, bueno… esto no es la Comarca. Hay
gente rara por aquí. Aunque usted pensará que no soy yo quien tiene que decirlo
—añadió con una sonrisa torcida, viendo la mirada que le echaba Frodo—. Y
otros viajeros todavía más extraños han pasado últimamente por Bree —continuó
observando la cara del hobbit.
Frodo le devolvió la mirada, pero no replicó y Trancos calló también. Ahora
parecía interesado en Pippin. Frodo, alarmado, se dio cuenta de que el ridículo
joven Tuk, animado por el éxito que había tenido su historia sobre el alcalde de
Cavada Grande, estaba dando una versión cómica de la fiesta de despedida de
Bilbo. Imitaba ahora el discurso y se acercaba al momento de la asombrosa
desaparición. Frodo se sintió fastidiado. Era sin duda una historia bastante
inofensiva para la mayoría de los hobbits locales; sólo una historia rara sobre esas
gentes raras que vivían más allá del río; pero algunos (el viejo Mantecona, por
ejemplo) no habían nacido ayer y era probable que hubiesen oído algo tiempo
atrás acerca de la desaparición de Bilbo. Esto les traería a la memoria el nombre
de Bolsón, principalmente si se había preguntado por este nombre en Bree.
Frodo se movió en el asiento, sin saber qué hacer. Pippin disfrutaba ahora de
modo evidente del interés que despertaba en los demás y había olvidado el
peligro en que se encontraban. Frodo temió de pronto que arrastrado por la
historia Pippin llegara a mencionar el Anillo, lo que podía ser desastroso.
—¡Será mejor que haga algo y rápido! —le susurró Trancos al oído.
Frodo se subió de un salto a una mesa y empezó a hablar. Los oyentes de
Pippin se volvieron a mirarlo. Algunos hobbits rieron y aplaudieron, pensando
que el señor Sotomonte había tomado demasiada cerveza.
Frodo se sintió de pronto ridículo y se encontró (como era su costumbre
cuando pronunciaba un discurso) jugueteando con las cosas que llevaba en el
bolsillo. Tocó el Anillo y la cadena, e inesperadamente tuvo el deseo de ponérselo
en el dedo y desaparecer, escapando así de aquella tonta situación. Le pareció,
de algún modo, que la idea le había venido de afuera, de alguien o algo en el
cuarto. Resistió firmemente la tentación y apretó el Anillo en la mano, como
para asegurarlo e impedirle escapar o hacer algún disparate. De cualquier modo
el Anillo no lo inspiró. Pronunció « unas pocas palabras de circunstancias» , como
hubiesen dicho en la Comarca: Estamos todos muy agradecidos por tanta
amabilidad y me atrevo a esperar que mi breve visita ayudará a renovar los viejos
lazos de amistad entre la Comarca y Bree; y luego titubeó y tosió.
Todos en la sala estaban ahora mirándolo.