Page 177 - El Señor de los Anillos
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El Hombre de la Luna empinó el codo
       y luego rodó bajo la silla,
       y allí durmió soñando con cerveza;
       hasta que el alba estuvo en el aire
       y se borraron las estrellas.
       Luego el palafrenero le dijo al gato ebrio:
       —Los caballos blancos de la luna
       tascan los frenos de plata y relinchan
       pero el amo ha perdido la cabeza,
       ¡y ya viene el día!
       El gato en el violín toca una jiga-jiga
       que despertaría a los muertos,
       Chillando, serruchando, apresurando la tonada,
       y el posadero sacude al Hombre de la Luna,
       diciendo: ¡Son las tres pasadas!
       Llevan al hombre rodando loma arriba y lo arrojan a la luna,
       mientras que los caballos galopan de espaldas
       y la vaca cabriola como un ciervo
       y la fuente se va con la cuchara.
       Más rápido el violín toca la jiga-jiga;
       la vaca y los caballos están patas arriba,
       y el perro lanza un rugido,
       y los huéspedes ya saltan de la cama
       y bailan en el piso.
       ¡Las cuerdas del violín estallan con un pum!
       La vaca salta por encima de la luna,
       y el perrito se ríe divertido,
       y la fuente del sábado se escapa corriendo
       con la cuchara del domingo.
       La luna redonda rueda detrás de la colina,
       mientras el sol levanta la cabeza, y
       con ojos de fuego observa estupefacta [3]
       que aunque es de día todos
       volvieron a la cama.
        El aplauso fue prolongado y ruidoso. Frodo tenía una buena voz y la fantasía
      de la canción había agradado a todos.
        —¿Por dónde anda el viejo Cebadilla? —exclamaron—. Tiene que oírla. Bob
      podría enseñarle al gato a tocar el violín y tendríamos un baile. —Pidieron una
      nueva vuelta de cerveza y gritaron—: ¡Cántela otra vez, señor! ¡Vamos! ¡Otra
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