Page 161 - El Señor de los Anillos
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viento, mirando a los tres hobbits que habían sido depositados de espaldas sobre la
hierba, en el lado oeste del montículo. Alzando al fin la mano derecha dijo en una
voz clara y perentoria:
¡Despertad ahora, mis felices muchachos! ¡Despertad y oíd mi llamada!
¡Que el calor de la vida vuelva a los corazones y a los miembros!
La puerta oscura no se cierra; la mano muerta se ha quebrado.
La noche huyó bajo la Noche, ¡y el Portal está abierto!
Para gran alegría de Frodo, los hobbits se movieron, extendieron los brazos, se
frotaron los ojos y se levantaron de un salto. Miraron alrededor asombrados,
primero a Frodo y luego a Tom, de pie sobre el túmulo, por encima de ellos y al
fin se miraron a sí mismos, vestidos con tenues andrajos blancos, coronas y
cinturones de oro pálido y adornos tintineantes.
—¿Qué es esto, por todos los misterios? —comenzó Merry sintiendo la
diadema dorada que le había caído sobre un ojo. En seguida se detuvo y una
sombra le cruzó la cara y cerró los ojos—. ¡Claro, ya recuerdo! —dijo—. Los
hombres de Carn Dûm cayeron sobre nosotros de noche y nos derrotaron. ¡Ah,
esa espada en el corazón! —Se llevó las manos al pecho—. ¡No! ¡No! —dijo,
abriendo los ojos—. ¿Qué digo? He estado soñando. ¿De dónde vienes, Frodo?
—Me creí perdido —dijo Frodo—, pero no quiero hablar de eso. ¡Pensemos
en lo que haremos ahora! ¡En marcha otra vez!
—¿Vestido así, señor? —dijo Sam—. ¿Dónde están mis ropas?
Tiró la diadema, el cinturón y los anillos al pasto y miró impaciente
alrededor, como si esperara encontrar el manto, la chaqueta, los pantalones y las
otras ropas hobbits allí cerca, al alcance de la mano.
—No encontraréis vuestras ropas —dijo Tom bajando de un salto desde el
montículo, y riendo y bailando alrededor a la luz del sol. Uno hubiera pensado
que nada horrible ni peligroso había ocurrido y en verdad el horror se les borró
de los corazones tan pronto como miraron a Tom y le vieron los ojos que
centelleaban, felices.
—¿Qué queréis decir? —preguntó Pippin mirándolo, entre perplejo y
divertido. ¿Por qué no?
Pero Tom movió la cabeza diciendo:
—Habéis vuelto a encontraros a vosotros mismos, saliendo de las aguas
profundas. Las ropas son una pequeña pérdida, cuando uno se salva de morir
ahogado. ¡Alegraos, mis alegres amigos y dejad que la luz del sol os caliente los
corazones y los miembros! ¡Libraos de esos andrajos fríos! ¡Corred desnudos por
el pasto, mientras Tom va de caza!
Bajó a saltos la pendiente de la loma, silbando y llamando. Frodo lo siguió con
la mirada y lo vio correr hacia el sur a lo largo de la verde hondonada que los
separaba de la loma siguiente, silbando siempre y gritando: