Page 266 - El Señor de los Anillos
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iniciado allí grandes trabajos. Luego siguió un silencio y ni una palabra llegó de
      Moria desde entonces.
        » Más tarde, hace un año, un mensajero llegó a Dáin, pero no de Moria… de
      Mordor: un jinete nocturno que llamó a las puertas de Dáin. El Señor Sauron el
      Grande, así dijo, deseaba nuestra amistad. Por esto nos daría anillos, como los
      que había dado en otro tiempo. Y en seguida el mensajero solicitó información
      perentoria sobre los hobbits, de qué especie eran y dónde vivían. "Pues Sauron
      sabe", nos dijo, "que conocisteis a uno de ellos en otra época".
        » Al oír esto nos sentimos muy confundidos y no contestamos. Entonces el
      tono feroz del mensajero se hizo más bajo, y hubiera endulzado la voz, si hubiese
      podido.  "Sólo  como  pequeña  prueba  de  amistad  Sauron  os  pide",  dijo,  "que
      encontréis a ese ladrón", tal fue la palabra, "y que le saquéis a las buenas o a las
      malas un anillito, el más insignificante de los anillos, que robó hace tiempo. Es
      sólo una fruslería, un capricho de Sauron y una demostración de buena voluntad
      de vuestra parte. Encontradlo y tres anillos que los señores enanos poseían en otro
      tiempo os serán devueltos y el reino de Moria será vuestro para siempre. Dadnos
      noticias del ladrón, si todavía vive y dónde y obtendréis una gran recompensa y
      la amistad imperecedera del Señor. Rehusad y no os irá tan bien. ¿Rehusáis?".
        » El soplo que acompañó a estas palabras fue como el silbido de las serpientes
      y aquellos que estaban cerca sintieron un escalofrío, pero Dáin dijo: "No digo ni
      sí ni no. Tengo que pensar detenidamente en este mensaje y en lo que significa
      bajo tan hermosa apariencia."
        » "Piénsalo bien, pero no demasiado tiempo", dijo él.
        » "El tiempo que me lleve pensarlo es cosa mía", respondió Dáin.
        » "Por el momento", dijo él y desapareció en la oscuridad.
        » Desde aquella noche un peso ha agobiado los corazones de nuestros jefes.
      No  hubiésemos  necesitado  oír  la  voz  lóbrega  del  mensajero  para  saber  que
      palabras  semejantes  encerraban  a  la  vez  una  amenaza  y  un  engaño,  pues  el
      poder que se había aposentado de nuevo en Mordor era el mismo de siempre y
      ya nos había traicionado antes. Dos veces regresó el mensajero y las dos veces
      se fue sin respuesta. La tercera y última vez, así nos dijo, llegar pronto, antes que
      el año acabe.
        » Al fin Dáin me encomendó advertirle a Bilbo que el enemigo lo busca y
      averiguar, si esto era posible, por qué deseaba ese Anillo, el más insignificante de
      los anillos. Deseábamos oír además el consejo de Elrond. Pues la Sombra crece
      y se acerca. Hemos sabido que otros mensajeros han llegado hasta el Rey Brand
      en el valle y que está asustado. Tememos que ceda. La guerra ya está a punto de
      estallar en las fronteras occidentales del valle. Si no respondemos, el enemigo
      puede atraerse a algunos hombres y atacar al Rey Brand y también a Dáin.
        —Has hecho bien en venir —dijo Elrond—. Oirás hoy todo lo que necesitas
      saber para entender los propósitos del enemigo. No hay nada que podáis hacer,
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