Page 445 - El Señor de los Anillos
P. 445
Aragorn—. ¿Y qué haremos, si tienes razón?
—¡Detenerlo! ¡No dejarlo ir! —gritó Pippin.
—No sé —dijo Aragorn—. Es el Portador y el destino de la Carga pesa sobre
él. No creo que nos corresponda empujarlo en un sentido o en otro. No creo por
otra parte que tuviéramos éxito, si lo intentáramos. Hay otros poderes en acción,
mucho más fuertes.
—Bueno, me gustaría que Frodo « se decidiera» a volver y concluyéramos
el asunto —dijo Pippin—. ¡Esta espera es horrible! ¿No se cumplió ya el tiempo?
—Sí —dijo Aragorn—. La hora ha pasado hace rato. La mañana termina.
Hay que llamarlo.
En ese momento reapareció Boromir. Salió de los árboles y se adelantó hacia
ellos sin hablar. Tenía un aire sombrío y triste. Se detuvo como para contar
quiénes estaban presentes y luego se sentó aparte, los ojos clavados en el suelo.
—¿Dónde has estado, Boromir? —preguntó Aragorn—. ¿Has visto a Frodo?
Boromir titubeó un segundo.
—Sí, y no —respondió lentamente—. Sí: lo encontré en la ladera de la colina
y le hablé. Lo insté a que viniera a Minas Tirith y que no fuera al este. Me enojé
y él se fue. Desapareció. Nunca vi nada semejante, aunque había oído historias.
Debe de haberse puesto el Anillo. No volví a encontrarlo. Pensé que había vuelto
aquí.
—¿No tienes más que decir? —preguntó Aragorn clavando en Boromir unos
ojos poco amables.
—No —respondió Boromir—, no por el momento.
—¡Aquí hay algo malo! —gritó Sam, incorporándose de un salto—. No sé
qué pretende este hombre. ¿Por qué Frodo se pondría el Anillo? No tenía por qué
y si lo hizo, ¡quién sabe qué habrá pasado!
—Pero no se lo dejaría puesto —dijo Merry—. No después de haber
escapado a un visitante indeseable, como hacía Bilbo.
—¿Pero dónde ha ido? ¿Dónde está? —gritó Pippin—. Hace siglos que se fue.
—¿Cuánto tiempo pasó desde que viste a Frodo por última vez, Boromir?
preguntó Aragorn.
—Media hora quizá —respondió Boromir—. O quizás una hora. Estuve
caminando un poco desde entonces. ¡No sé! ¡No sé!
Se llevó las manos a la cabeza y se quedó sentado, como abrumado por una
pena.
—¡Una hora desde que desapareció! —exclamó Sam—. Hay que ir a
buscarlo en seguida. ¡Vamos!
—¡Un momento! —gritó Aragorn—. Tenemos que dividirnos en parejas y
arreglar… ¡Eh, un momento, espera!
No sirvió de nada. No le hicieron caso. Sam había echado a correr antes que
nadie. Lo siguieron Merry y Pippin, que ya estaban desapareciendo entre los