Page 473 - El Señor de los Anillos
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quedaremos aquí sentados esperando una muerte súbita?
        —He estado entre ellos —respondió Aragorn—. Son orgullosos y porfiados,
      pero sinceros de corazón, generosos en pensamiento y actos, audaces pero no
      crueles;  sabios  pero  poco  doctos,  no  escriben  libros  pero  cantan  muchas
      canciones  parecidas  a  las  que  cantaban  los  niños  de  los  Hombres  antes  de  los
      Años Oscuros. Mas no sé qué ha ocurrido aquí en los últimos tiempos y en qué
      andan  ahora  los  Rohirrim,  acorralados  quizás  entre  el  traidor  Saruman  y  la
      amenaza  de  Sauron.  Han  sido  mucho  tiempo  amigos  de  la  gente  de  Gondor,
      aunque no son parientes. Eorl el Joven los trajo del Norte en años ya olvidados y
      están  emparentados  sobre  todo  con  los  Bárbidos  del  Valle  y  los  Beórnidas  del
      Bosque,  entre  quienes  pueden  verse  aún  muchos  hombres  altos  y  hermosos,
      como los Jinetes de Rohan. Al menos no son amigos de los Orcos.
        —Pero Gandalf oyó el rumor de que rinden tributo a Mordor —dijo Gimli.
        —Lo creo no más que Boromir —le respondió Aragorn.
        —Pronto sabréis la verdad —dijo Legolas—. Ya están cerca.
      Ahora aun Gimli podía escuchar el ruido lejano de los caballos al galope. Los
      jinetes, siguiendo la huella, se habían apartado del río y estaban acercándose a
      las lomas. Cabalgaban como el viento.
        Unos gritos claros y fuertes resonaron en los campos. De pronto los Jinetes
      llegaron con un ruido de trueno y el que iba delante se desvió, pasando al pie de
      la  colina  y  conduciendo  a  la  tropa  hacia  el  sur  a  lo  largo  de  las  laderas
      occidentales. Los otros lo siguieron: una larga fila de hombres en cota de malla,
      rápidos, resplandecientes, terribles y hermosos.
        Los caballos eran de gran alzada, fuertes y de miembros ágiles; los pelajes
      grises  relucían,  las  largas  colas  flotaban  al  viento,  las  melenas  habían  sido
      trenzadas  sobre  los  pescuezos  altivos.  Los  hombres  que  los  cabalgaban
      armonizaban con ellos: grandes, de piernas largas; los cabellos rubios como el
      lino asomaban bajo los cascos ligeros y les caían en largas trenzas por la espalda;
      las caras eran serias y fuertes. Venían esgrimiendo unas altas lanzas de fresno y
      unos escudos pintados les colgaban sobre las espaldas; en los cinturones llevaban
      unas espadas largas y las lustrosas camisas de malla les llegaban a las rodillas.
        Galopaban en parejas y aunque de cuando en cuando uno de ellos se alzaba
      en  los  estribos  y  miraba  adelante  y  a  los  costados,  no  parecieron  advertir  la
      presencia de los tres extraños que estaban sentados en silencio y los observaban.
      La tropa casi había pasado cuando Aragorn se incorporó de pronto y llamó en
      voz alta:
        —¿Qué noticias hay del Norte, Jinetes de Rohan?
      Con una rapidez y una habilidad asombrosas, los jinetes refrenaron los caballos,
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