Page 477 - El Señor de los Anillos
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—¡Medianos! —rió el jinete que estaba junto a Eomer—. ¡Medianos! Pero
son sólo una gentecita que aparece en las viejas canciones y los cuentos infantiles
del Norte. ¿Dónde estamos, en el país de las leyendas o en una tierra verde a la
luz del sol?
—Un hombre puede estar en ambos sitios —dijo Aragorn. Pues no nosotros
sino otras gentes que vendrán más tarde contarán las leyendas de este tiempo.
¿La tierra verde, dices? ¡Buen asunto para una leyenda aunque te pasees por ella
a la luz del día!
—El tiempo apura —dijo el jinete sin prestar oídos a Aragorn—. Tenemos
que darnos prisa hacia el sur, señor. Dejemos que estas gentes se ocupen de sus
propias fantasías. O átemelos para llevarlos al rey.
—¡Paz, Eothain! —dijo Eomer en su propia lengua—. Déjame un rato. Dile a
los éoreds que se junten en el camino y se preparen para cabalgar hasta el
Entaguas.
Eothain se retiró murmurando entre dientes y les habló a los otros. La tropa se
alejó y dejó solo a Eomer con los tres compañeros.
—Todo lo que cuentas es extraño, Aragorn —dijo—. Sin embargo, dices la
verdad, es evidente; los Hombres de la Marca no mienten nunca y por eso
mismo no se los engaña con facilidad. Pero no has dicho todo. ¿No hablarás
ahora más a fondo de tus propósitos, para que yo pueda decidir?
—Salí de Imladris, como se la llama en los cantos, hace ya muchas semanas
—respondió Aragorn—. Conmigo venía Boromir de Minas Tirith. Mi propósito
era llegar a esa ciudad con el hijo de Denethor, para ayudar a su gente en la
guerra contra Sauron. Pero la Compañía con quien he viajado perseguía otros
asuntos. De esto no puedo hablar ahora. Gandalf el Gris era nuestro guía.
—¡Gandalf! —exclamó Eomer—. ¡Gandalf Capagris, como se lo conoce en
la Marca! Pero te advierto que el nombre de Gandalf ya no es una contraseña
para llegar al rey. Ha sido huésped del reino muchas veces en la memoria de los
hombres, yendo y viniendo a su antojo, luego de unos meses, o luego de muchos
años. Es siempre el heraldo de acontecimientos extraños; un portador del mal,
dicen ahora algunos.
» En verdad desde la última venida de Gandalf todo ha ido para peor. En ese
tiempo comenzaron nuestras dificultades con Saruman el Blanco. Hasta entonces
contábamos a Saruman entre nuestros amigos, pero Gandalf vino y nos anunció
que una guerra súbita estaba preparándose en Isengard. Dijo que él mismo había
estado prisionero en Orthanc y que había escapado a duras penas y pedía ayuda.
Pero Théoden no quiso escucharlo y Gandalf se fue. ¡No pronuncies el nombre
de Gandalf en voz alta si te encuentras con Théoden! Está furioso, pues Gandalf
se llevó el caballo que llaman Sombragris, el más precioso de los corceles del
rey, jefe de los Mearas que sólo el Señor de la Marca puede montar. Pues el
padre de esta raza era el gran caballo de Eorl que conocía el lenguaje de los