Page 480 - El Señor de los Anillos
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complacería enderezar mi error.
—Te agradezco tus buenas palabras —dijo Aragorn— y en mi corazón
desearía acompañarte, pero no puedo abandonar a mis amigos mientras haya
alguna esperanza.
—Esperanzas no hay —dijo Eomer—. No encontrarás a tus amigos en las
fronteras del Norte.
—Sin embargo, no están detrás de nosotros. No lejos de la Muralla del Este
encontramos una prueba clara de que uno de ellos al menos estaba con vida allí.
Pero entre la muralla y las lomas no había más señales y no vimos ninguna
huella que se desviara a un lado o a otro, si mis talentos no me han abandonado.
—¿Qué fue de ellos entonces?
—No lo sé. Quizá murieron y ardieron junto con los orcos, pero tú me dices
que esto no puede ser y yo no lo temo. Quizá los llevaron al bosque antes de la
batalla, quizás aún antes de que cercaras a los enemigos. ¿Estás seguro de que
nadie escapó a tus redes?
—Puedo jurar que ningún orco escapó, desde el momento que los vimos —
dijo Eomer—. Llegamos a los lindes antes que ellos y si alguna criatura rompió
después el cerco, entonces no era un orco y tenía algún poder élfico.
—Nuestros amigos estaban vestidos como nosotros —dijo Aragorn— v tú
pasaste a nuestro lado sin vernos a la plena luz del día.
—Lo había olvidado —dijo Eomer—. Es difícil estar seguro de algo entre
tantas maravillas. Todo en este mundo está teniendo un aire extraño. Elfos y
enanos recorren juntos nuestras tierras y hay gente que habla con la Dama del
Bosque y continúa con vida, y la Espada vuelve a una guerra que se interrumpió
hace muchos años antes que los padres de nuestros padres cabalgaran en la
Marca. ¿Cómo encontrar el camino recto en semejante época?
—Como siempre —dijo Aragorn—. El mal y el bien no han cambiado desde
ayer, ni tienen un sentido para los elfos y enanos y otro para los hombres.
Corresponde al hombre discernir entre ellos, tanto en el Bosque de Oro como en
su propia casa.
—Muy cierto —dijo Eomer—. No dudo de ti, ni de lo que me dicta el
corazón. Pero no soy libre de hacer lo que quiero. Está contra la ley permitir que
gente extranjera ande a su antojo por nuestras tierras, hasta que el rey mismo les
haya dado permiso, y la prohibición es más estricta en estos días peligrosos. Te
he pedido que vengas conmigo voluntariamente y te has negado. No seré yo
quien inicie una lucha de cien contra tres.
—No creo que tus leyes se apliquen a estas circunstancias —dijo Aragorn—
y ciertamente no soy un extranjero, pues he estado antes en estas tierras, más de
una vez, y he cabalgado con las tropas de los Rohirrim, aunque con otro nombre
y otras ropas. A ti no te he visto antes, pues eres joven, pero he hablado con
Eomund, tu padre, y con Théoden hijo de Thengel. En otros tiempos los altos