Page 600 - El Señor de los Anillos
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Théoden—. No Saruman, eso es evidente. ¿Habrá acaso algún sabio todavía más
      poderoso, del que nunca oímos hablar?
        —No es magia, sino un poder mucho más antiguo —dijo Gandalf—: un poder
      que recorría antaño la tierra, mucho antes que los elfos cantaran, o repicara el
      martillo.
       Mucho antes que se conociera el hierro o se hachasen los árboles;
       cuando la montaña era joven aún bajo la luna;
       mucho antes que se forjase el Anillo, o que se urdiese el infortunio,
       ya en tiempos remotos recorría los bosques.
        —¿Y qué respuesta tiene tu acertijo? —le preguntó Théoden.
        —Para  conocerla  tendrás  que  venir  conmigo  a  Isengard  —respondió
      Gandalf.
        —¿A Isengard? —exclamaron todos.
        —Sí  —dijo  Gandalf—.  Volveré  a  Isengard  y  quien  lo  desee  puede
      acompañarme. Allí veremos extrañas cosas.
        —Pero aun cuando pudiéramos reunidos a todos y curarles las heridas y la
      fatiga,  no  hay  suficientes  hombres  en  la  Marca  para  atacar  la  fortaleza  de
      Saruman —dijo Théoden.
        —De todas maneras, yo iré a Isengard —dijo Gandalf—. No me quedaré allí
      mucho tiempo. Ahora mi camino me lleva al este. ¡Buscadme en Edoras, antes
      de la luna menguante!
        —¡No! —dijo Théoden—. En la hora oscura que precede al alba dudé de ti,
      pero ahora no volveremos a separarnos. Iré contigo, si tal es tu consejo.
        —Quiero hablar con Saruman tan pronto como sea posible —dijo Gandalf—,
      y como el daño que te ha causado es grande, vuestra presencia sería oportuna.
      Pero ¿cuándo y con qué ligereza podríais poneros en marcha?
        —La  batalla  ha  extenuado  a  mis  hombres  —dijo  el  rey—,  y  también  yo
      estoy cansado. He cabalgado mucho y he dormido poco. ¡Ay! mi vejez no es
      fingida, ni tan sólo el resultado de los cuchicheos de Lengua de Serpiente. Es un
      mal  que  ningún  médico  podrá  curar  por  completo,  ni  aun  siquiera  el  propio
      Gandalf.
        —Entonces,  aquellos  que  hayan  decidido  acompañarme,  que  descansen
      ahora —dijo Gandalf—. Viajaremos en la oscuridad de la noche.
        Mejor así, pues de ahora en adelante todas nuestras idas y venidas se harán
      dentro del mayor secreto. Pero no preparéis una gran escolta Théoden. Vamos a
      parlamentar, no a combatir.
        El rey escogió entonces a aquéllos de sus caballeros que no estaban heridos y
      que tenían caballos rápidos, y los envió a proclamar la buena nueva de la victoria
      en todos los valles de la Marca; y a convocar con urgencia en Edoras a todos los
      hombres, jóvenes o viejos. Allí el Señor de la Marca reuniría a todos los jinetes
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